-Quiero que te cojas a mi vieja
Así me lo dijo. Estábamos en la parte trasera del taller, los trabajadores se habían ido desde las seis. No era raro que Raúl me invitara unas cervezas después del trabajo, los negocios iban bien; el convenio estaba rindiendo frutos, él tenía los contratos y mi papá aportaba el taller. Desde el inicio supe que Raúl era un mujerigo, a veces me invitaba a los tables más chidos de la ciudad y siempre pagaba, el tipo tenía mucha labia y nuestros negocios le estaban rindiendo los dividendos necesarios para pagar.
-¿Espérate, qué dijiste wey? ¿a alguna de tus movidas?
-No. A mi vieja, a mi esposa. Quiero que te cojas a Lorena
-Pero ¿por qué cabrón?
-Mira wey, no sé, a veces uno se cansa nomás de coger… y siempre he fantaseado con que alguien se lo haga a Lorena mientras yo veo, es todo lo que tendrías que hacer, tú estas chavo así que no creo que haya mucha bronca contigo, ella ya sabe y no tiene pedos tampoco, qué ¿a poco ella no te gusta?
Claro que Lorena me gustaba, y mucho. Sí, era una señora, pero una señora de muy buen ver, además yo siempre había querido tirarme a una señora.
-Pos está cabrón, no sé
-Piénsale, no pierdes nada
Y así quedo la conversación, en las siguientes semanas no me quedé ningún día a tomar con Raúl, siempre le decía alguna excusa: que si los amigos, que si mi chava, que si mi carnal… él no insistía. Cada vez que lo hacía con Lucy -mi novia- no podía dejar de pensar en Lorena, imaginaba sus expresiones, si le gustaría, pensaba si podía enseñarme algo, si yo podía sorprenderla con algo, pero luego pensaba en Raúl, viéndome, tomándose una cerveza, fumando desde las sombras.
Un fin de semana en que Lucy no nos acompañó a la carne asada me emborraché y me quedé en la cocina con Lorena, mientras ella sacaba unos vasos de la alacena la abracé por atrás mientras le besaba el cuello, no me interesaba ser cariñoso, le puse las manos en los pechos, estrujándolos, eran tal como los había imaginado.
-No aquí, no así
Y se me escapó de las manos… me quedé besando su recuerdo, lamiendo los vasos que había tocado con sus manos. Días después seguía recordando sus palabras “No aquí, no así”; no estaba molesta ni enojada, lo dijo muy suavemente. Estoy seguro que le contó a Raúl.
-¿Entonces qué? ¿no has pensado en eso? ¿a poco no te gusta Lorena?
Y se reía…
Tres días después le respondí que sí, que estaba bien.
Me citó en su casa un viernes, cuando llegué me abrió la puerta Lorena, tenía puesto un vestido negro muy corto, me invitó a pasar y de la mano me llevo a una de las habitaciones del segundo piso. Raúl estaba sentado en un sillón frente a la cama.
-Pues de una vez ¿no?
Lorena me sentó en la cama, me acarició la entrepierna y fue hacia Raúl, quien ya había puesto coca en su mano, los dos la inhalaron y luego ella lo besó.
Su cuerpo era diferente al de Lucy, diferente al de cualquier mujer que había tenido, la oía gemir salvajemente, sus uñas arañaban mi espalda pero no me importaba, sus dos manos se aferraban a mí; entonces sentí una tercera mano en mis nalgas, valió madres el asunto.
viernes, 16 de enero de 2009
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1 comentario:
¡Excelente cuento!… Se me paró, y luego se me sangüerneó. Jajajajaja
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