Atravesaron la puerta con los últimos rayos de la tarde. Se sentaron a mirarse y terminaron por ahogar sus ojos en la amargura del café. Ahora no saben qué decir. O mejor dicho, no pueden decir nada. Lo único que les queda es compartir la derrota en una taza.
Flotan en sus recuerdos y hablan para sí mismos como si repitiesen una letanía amorosa, nostálgica, imperfecta. La mira y le dice que la ama, ella llora y dice “Nunca más”.
Pagan la cuenta y se van, me quedo solo en el café.
Ella, ella ya lo olvidó. Él, él la recuerda ahora. Y yo, yo no puedo olvidarlos.
Flotan en sus recuerdos y hablan para sí mismos como si repitiesen una letanía amorosa, nostálgica, imperfecta. La mira y le dice que la ama, ella llora y dice “Nunca más”.
Pagan la cuenta y se van, me quedo solo en el café.
Ella, ella ya lo olvidó. Él, él la recuerda ahora. Y yo, yo no puedo olvidarlos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario