domingo, 30 de noviembre de 2008

El Juego que andamos, de Juan Gelman

Si me dieran a elegir, yo elegiría
esta salud de saber que estamos muy enfermos,
esta dicha de andar tan infelices.
Si me dieran a elegir, yo elegiría
esta inocencia de no ser un inocente,
esta pureza en que ando por impuro.
Si me dieran a elegir, yo elegiría
este amor con que odio,
esta esperanza que come panes desesperados.

Aquí pasa, señores,
que me juego la muerte.

martes, 25 de noviembre de 2008

El cadáver

La gente le teme a los muertos, más a los cadáveres vivos cuyas manos agrietadas buscan asirse de quien sea en medio de sus temblorinas y ataques. Algunos fingen caridad y van a visitarlos al hospital, pero otros, los más humanos, usan cualquier pretexto para salir de sus cuartos o para no verlos. Es que morirse es contagioso, o al menos esa impresión da. Cuando uno mira los ojos de los moribundos, parece que la muerte se les quiere salir de la retina en busca de carne sana.

Y les huyen todos los que pueden, los demás somos familia, el único lazo que los mantiene con vida.

domingo, 23 de noviembre de 2008

Panero, Panero, Panero, Leopoldo María Panero



La llegada del impostor llamado Leopoldo María Panero

Al amanecer, cuando las mujeres comían fresas crudas, alguien llamó a mi puerta diciendo ser y llamarse Leopoldo María Panero. Sin embargo, su falta de entereza al representar el papel, sus abundantes silencios, sus equivocaciones al recordar frases célebres, su embarazo cuando le obligué a recitar a Pound, y finalmente lo poco gracioso de sus gracias, me convencieron de que se trataba de un impostor. Inmediatamente, hice venir a los soldados: al amanecer del día siguiente, cuando los hombres comían pescado congelado, y en presencia de todo el regimiento, le fueron arrancados sus galones, su cremallera, y arrojado a la basura su lápiz de labios, para ser fusilado poco después. Así terminó el hombre que se fingía Leopoldo María Panero.


En el oscuro jardín del manicomio

En el oscuro jardín del manicomio
los locos maldicen a los hombres
las ratas afloran a la Cloaca Superior
buscando el beso de los Dementes.

Un loco tocado de la maldición del cielo
canta humillado en una esquina
sus canciones hablan de ángeles y cosas
que cuestan la vida al ojo humano
la vida se pudre a sus pies como una rosa
y ya cerca de la tumba, pasa junto a él
una Princesa.

Los ángeles cabalgan a lomos de una tortuga
y el destino de los hombres es arrojar piedras a la rosa.
Mañana morirá otro loco:
de la sangre de sus ojos nadie sino la tumba
sabrá mañana nada.

El loquero sabe el sabor de mi orina
y yo el gusto de sus manos surcando mis mejillas
ello prueba que el destino de las ratas
es semejante al destino de los hombres.





The end

He fumado mi vida y del incendio
sorpresivo quedan
en mi memoria las ridículas colillas:
seres que no me vieron, mujeres como vaho,
humo en las bocas, y silencio
por doquier, como un sudario
para lo que no quise ser, y fue
como vapor o estela sobre las olas ociosas, niños con marinera
que en la escuela aprendieron el Error.
No había nadie en aquel pozo, estaba
vacía la cárcel, pienso cuando
abriendo al fin la puerta, y descorriendo
por fin el cerrojo que me unía
inútilmente a las águilas, y me hacía
amar las islas y adorar la nada,
descubro
banal, y sonriéndome, la luz.


Canción para una discoteca

No tenemos fe
al otro lado de esta vida
sólo espera el rock and roll
lo dice la calavera que hay entre mis manos
baila, baila el rock and roll
para el rock el tiempo y la vida son una miseria
el alcohol y el haschisch no dicen nada de la vida
sexo, drogas y rock and roll
el sol no brilla por el hombre,
lo mismo que el sexo y las drogas;
la muerte es la cuna del rock and roll.
Baila hasta que la muerte te llame
y diga suavemente entra
entra en el reino del rock and roll.



El noi del sucre

Tengo un idiota dentro de mí, que llora,
que llora y que no sabe, y mira
sólo la luz, la luz que no sabe.
Tengo al niño, al niño bobo, como parado
en Dios, en un dios que no sabe
sino amar y llorar, llorar por las noches
por los niños, por los niños de falo
dulce, y suave de tocar, como la noche.
Tengo a un idiota de pie sobre una plaza
mirando y dejándose mirar, dejándose
violar por el alud de las miradas de otros, y
llorando, llorando frágilmente por la luz.
Tengo a un niño solo entre muchos, as
a beaten dog beneath the hail, bajo la lluvia, bajo
el terror de la lluvia que llora, y llora,
hoy por todos, mientras
el sol se oculta para dejar matar, y viene
a la noche de todos el niño asesino
a llorar de no se sabe por qué, de no saber hacerlo
de no saber sino tan sólo ahora
por qué y cómo matar, bajo la lluvia entera,
con el rostro perdido y el cabello demente
hambrientos, llenos de sed, de ganas
de aire, de soplar globos como antes era, fue
la vida un día antes
de que allí en la alcoba de
los padres perdiéramos la luz.



La canción del crupier del Mississipi
Canción pirata


Fumo mucho. Demasiado.
Fumo para frotar el tiempo y a veces oigo la radio,
y oigo pasar la vida como quien pone la radio.
Fumo mucho. En el cenicero hay
ideas y poemas y voces
de amigos que no tengo. Y tengo
la boca llena de sangre,
y sangre que sale de las grietas de mi cráneo
y toda mi alma sabe a sangre,
sangre fresca no sé si de cerdo o de hombre que soy,
en toda mi alma acuchillada por mujeres y niños
que se mueven ingenuos, torpes, en
esta vida que ya sé.
Me palpo el pecho de pronto, nervioso,
y no siento un corazón. No hay,
no existe en nadie esa cosa que llaman corazón
sino quizá en el alcohol, en esa
sangre que yo bebo y que es la sangre de Cristo,
la única sangre en este mundo que no existe
que es como el mal programado, o
como fábrica de vida o un sastre
que ha olvidado quién es y sigue viviendo, o
quizá el reloj y las horas pasan.
Me palpo, nervioso, los ojos y los pies y el dedo gordo
de la mano lo meto en el ojo, y estoy sucio
y mi vida oliendo.
Y sueño que he vivido y que me llamo de algún modo
y que este cuento es cierto, este
absurdo que delatan mis ojos,
este delirio en Veracruz, y que este
país es cierto este lugar parecido al Infierno,
que llaman España, he oído
a los muertos que el Infierno
es mejor que esto y se parece más.
Me digo que soy Pessoa, como Pessoa era Álvaro de Campos,
me digo que estar borracho es no estarlo
toda la vida, es
estar borracho de vida y no de muerte,
es una sangre distinta de esa otra
espesa que se cuela por los tejados y por las paredes
y los agujeros de la vida.
Y es que no hay otra comunión
ni otro espasmo que este del vino
y ningún otro sexo ni mujer
que el vaso de alcohol besándome los labios
que este vaso de alcohol que llevo en el
cerebro, en los pies, en la sangre.
que este vaso de vino oscuro o blanco,
de ginebra o de ron o lo que sea
- ginebra y cerveza, por ejemplo -
que es como la infancia, y no es
huida, ni evasión, ni sueño
sino la única vida real y todo lo posible
y agarro de nuevo la copa como el cuello de la vida y cuento
a algún ser que es probable que esté
ahí la vida de los dioses
y unos días soy Caín, y otros
un jugador de poker que bebe whisky perfectamente y otros
un cazador de dotes que por otra parte he sido
pero lo mío es como en "Dulce pájaro de juventud"
un cazador de dotes hermoso y alcohólico, y otros días,
un asesino tímido y psicótico, y otros
alguien que ha muerto quién sabe hace cuánto,
en qué ciudad, entre marineros ebrios. Algunos me
recuerdan, dicen
con la copa en la mano, hablando mucho,
hablando para poder existir de que
no hay nada mejor que decirse
a sí mismo una proposición de Wittgenstein mientras sube
la marea del vino en la sangre y el alma.
O bien alguien perdido en las galerías del espejo
buscando a su Novia. Y otras veces
soy Abel que tiene un plan perfecto
para rescatar la vida y restaurar a los hombres
y también a veces lloro por no ser un esclavo
negro en el sur, llorando
entre las plantaciones!
Es tan bella la ruina, tan profunda
sé todos sus colores y es
como una sinfonía la música del acabamiento,
como música que tocan en el más allá,
y ya no tengo sangre en las venas, sino alcohol,
tengo sangre en los ojos de borracho
y el alma invadida de sangre como de una vomitona,
y vomito el alma por las mañanas,
después de pasar toda la noche jurando
frente a una muñeca de goma que existe Dios.
Escribir en España no es llorar, es beber,
es beber la rabia del que no se resigna
a morir en las esquinas, es beber y mal
decir, blasfemar contra España
contra este país sin dioses pero con
estatuas de dioses, es
beber en la iglesia con música de órgano
es caerse borracho en los recitales y manchas de vino
tinto y sangre "Le livre des masques" de Rémy de Gourmont
caerse húmedo babeante y tonto y
derrumbarse como un árbol ante los farolillos
de esta verbena cultural. Escribir en España es tener
hasta el borde en la sangre este alcohol de locura que ya
no justifica nada ni nadie, ninguna sombra
de las que allí había al principio.
Y decir al morir, cuando tenga
ya en la boca y cabeza la baba del suicidio
gritarle a las sombras, a las tantas que hay y fantasmas
en este paraíso para espectros
y también a los ciervos que he visto en el bosque,
y a los pájaros y a los lobos en la calle y
acechando en las esquinas

Éramos tan felices...

Michi Panero

jueves, 20 de noviembre de 2008

azogue

como la
nata de leche pudriéndose al sol,
ingrávido,
marcho mi peso a un horadar
que aúlla.

escama mineral,

jamás tanta nervadura
en ese perro de azogue,

que blandece,
desde mis vértebras.

miércoles, 19 de noviembre de 2008

Entre perro y lobo, de Olga Orozco

Me clausuran en mí.
Me dividen en dos.
Me engendran cada día en la paciencia
y en un negro organismo que ruge como el mar.
Me recortan después con las tijeras de la pesadilla
y caigo en este mundo con media sangre vuelta a cada lado:
una cara labrada desde el fondo por los colmillos de la
furia a solas,
y otra que se disuelve entre la niebla de las grandes manadas.

No consigo saber quién es el amo aquí.
Cambio bajo mi piel de perro a lobo.
Yo decreto la peste y atravieso con mis flancos en llamas
las planicies del porvenir y del pasado;
yo me tiendo a roer los huesecitos de tantos sueños
muertos entre celestes pastizales.
Mi reino está en mi sombra y va conmigo dondequiera que vaya,
o se desploma en ruinas con las puertas abiertas a la
invasión del enemigo.

Cada noche desgarro a dentelladas todo lazo ceñido al corazón,
y cada amanecer me encuentra con mi jaula de obediencia en el lomo.
Si devoro a mi dios uso su rostro debajo de mi máscara,
y sin embargo sólo bebo en el abrevadero de los hombres
un aterciopelado veneno de piedad que raspa en las entrañas.
He labrado el torneo en las dos tramas de la tapicería:
he ganado mi cetro de bestia en la intemperie,
y he otorgado también jirones de mansedumbre por trofeo.
Pero ¿quién vence en mí?
¿Quién defiende de mi bastión solitario en el desierto, la sábana del sueño?
¿Y quién roe mis labios, despacito y a oscuras, desde mis propios dientes?

Olga Orozco, de Olga Orozco

Yo, Olga Orozco, desde tu corazón digo a todos que muero.
Amé la soledad, la heroica perduración de toda fe,
el ocio donde crecen animales extraños y plantas fabulosas,
la sombra de un gran tiempo que pasó entre misterios y entre alucinaciones,
y también el pequeño temblor de las bujías en el anochecer.
Mi historia está en mis manos y en las manos con que otros las tatuaron.
De mi estadía quedan las magias y los ritos,
Unas fechas gastadas por el soplo de un despiadado amor,
La humareda distante de la casa donde nunca estuvimos,
Y unos gestos dispersos entre los gestos de otros que no me conocieron.
Lo demás aún se cumple en el olvido,
Aún labra la desdicha en el rostro de aquella que se buscaba en mí
igual que en un espejo de sonrientes praderas,
y a la que tú verás extrañamente ajena:
mi propia aparecida condenada a mi forma de este mundo.

Ella hubiera querido guardarme en el desdén o en el orgullo,
en un último instante fulmíneo como un rayo,
no en el tumulto incierto donde alzo todavía la voz ronca y llorada
entre los remolinos de tu corazón.
No. Esta muerte no tiene descanso ni grandeza.
No puedo estar mirándola por primera vez durante tanto tiempo.
Pero debo seguir muriendo hasta tu muerte
porque soy tu testigo ante una ley más honda y más oscura
que los cambiantes sueños, allá, donde escribimos la sentencia:
"Ellos han muerto ya.
Se habían elegido por castigo y perdón, por cielo y por infierno.
Son ahora una mancha de humedad en las paredes del primer aposento".


de Obra Poética

viernes, 14 de noviembre de 2008

El espíritu del lugar, de Henrik Nordbrandt

¡No huyas! Todavía un tiempo tendrás que desgastar
la enternecida cola de gasa de la tarde
bajo el baño de trozos de cristal y grava del sol.
Todavía no has renunciado a nada
y apenas sabes lo que quiere decir renunciar.
La pérdida que sufrirás no la debes confundir
equivocadamente con una nueva forma de beneficio.
Todavía el espíritu del lugar
no ha bebido hasta hacerse visible en tu sangre.

Y cuando ocurra, no esperes nada.
No habrá ninguna comprensión como fianza de tus sentidos
que entonces cambiarán de lugar entre ellos
hasta que se disuelva la última seguridad
y no habrá idioma: la sintaxis que poseías
desaparecerá como alimento de unas pocas palabras
que no puedes pronunciar porque se han hecho demasiado pesadas.

«Separación», «muerte», «alegría».
Entonces comprenderás lo que significa el espíritu del lugar.


de Nuestro amor es como Bizancio

Plástico, de Henrik Nordbrandt

Plástico es seguramente eso en lo que pronto nos convertiremos.
-Nosotros que hemos sido selvas, elefantes y tigres de afilados colmillos
dragones que escupíamos fuego, elefantes y tigres de afilados colmillos
para luego desaparecer en la falsa imagen
que hemos dibujado tan ciegos.
Muñecos abandonados en una habitación gélida
despojados de la mitad de los miembros
despertados a medias por una estría de luz primaveral
recordaremos la pujanza de nuestros cuerpos
cuando desmontábamos los bosques con hachas y fuego
y embalsábamos ríos indómitos
mientras otros sentados a la sombra de los árboles cantaban himnos al sol.
-A menudo me corroe el sentimiento
de haber perdido mis párpados móviles así como el mecanismo del llanto
y de que los niños que juegan en la habitación de al lado cansados de jugar conmigo
van a ser como yo que de vez en cuando en la oscuridad me despierto
recuerdo y olvido por qué...


de 84 poemas

miércoles, 12 de noviembre de 2008

méritos

he cometido los méritos
suficientes para convertirme en hombre,

ando a dos patas erguido,
y a veces,
como por coincidencia,
se me da eso de tener ideas,
hablar un poco,
ser prudente,
y sonreír cuando no entiendo.

cumplo las expectativas.

pero sucede que me pregunto,
cuando la ceguera y el hambre
cascabelean en mis rodillas:

¿de qué sirve ser hombre?
si por las mañanas me aturdo como un perro,
y a veces,
no siempre,
pero me sucede que al final del día,
sangro sangro sangro como cerdo desollado.

víscera

no conozco el color
ni el idioma autómata
de lo que me hunde al mundo,

una colmena en mi pecho,
bisbea.

el enjambre eléctrico en mi cráneo,
murmura:

boca,
cabellos,
dentadura,

intestinos.

un animal paralelo
se curva,
retuerce fuera de mí,

como buscando humanidad.

cualquier día de estos
moriré sin darme cuenta,
entonces,
ese animal de entrañas,
como otro que también soy:

andará las calles convulso,
tierno como recién venido,
más certero y más lúcido,
también,
a pesar de mí

y el lastre de mi cadáver.

LO QUE ME QUEDA

La posibilidad latente de su muerte no me hace feliz, ni me hará sentir mejor ni sanará mis heridas. Si acaso me dejará dormir en paz, a pierna suelta, segura de que nunca más volverá a lastimarme. La venganza no es siempre una pasión placentera; no todos nacemos para llevarla a cabo. Los lazos que unen a la víctima y al torturador son retorcidos e imprecisos, pero fuertes…

La verdadera tortura es verlo en agonía mientras me quedo inmovilizada por la impresión, por los recuerdos, por el miedo, o quizás porque es mejor contemplarlo con lo poco que me queda que volverme como él.

lunes, 10 de noviembre de 2008

abdicación

A Rodrigo Guajardo

I
intuir,
intuir en las ventanas ese peso diferente,
de lo sillones en la sala su vaivén viscoso que derrumba,
el desplome de zapatos que en alguna parte agrietan,
y del colchón del dormitorio eso que como chirrido gime.

en esta tarde espeso y desolado,
uno a uno ahueco los nudillos a paredes,
presiento,
la vaciedad de la casa,
el tumulto como calle,
grieta y boca negra que bosteza.

II
escucho,
como quien se orienta con estrellas:
el inminente-lento crocar de huesos del reloj.

III
hoy,
he visto a nadie,
esta tarde es
y digo, como tantas veces otras,
habría sido mejor lustrar con el hartazgo desde niño,
cuadrar los hombros como trasteando el escozor de las entrañas,

limar el hambre a los colmillos a esta bestia silenciosa de los días.

IV
horror.
horror a la clarividencia y su presentir de fondo los engranes
de esta hendida tarde obscura máquina.

V
adiós. renuncio.

adiós escribo del silencio porque el silencio es la verdadera palabra.

renuncio a la derrota todas las derrotas y ser uno mismo y honesto
porque es lo único que queda.

abdico,
no más vanagloriar clarividencias,
ya basta de mi reino no es este mundo
pero vale la pena ser animal silencioso.


VI
adiós,
adiós ungida carne de mi hastío,
adiós tristeza inútil,
adiós,
adiós mujeres amadas,
palpiten allá, en lo lejano,
sean lo otro en lo otro el otro lado
que no alcanzo porque estoy tan agotado,
y ya no me interesa.

renuncio a todos,
abdico,
adiós a los amigos que nunca fueron,
sean allá donde no llego,
isla sola muda y sorda que apenas tienta el agua.

ya basta de todos los días
y los días y los días y los días
y los días

y la nada.

VII
abdico,
fue suficiente,
por esta tarde
y para siempre,

ya basta.

a una muchacha con la mirada turbia

me dijiste ciérrame blanco los labios ,
y amé esas dos grandes ventanas
y las ridículas voces de la
habitación de enseguida.

cómo desdecir esto es la belleza,
cómo no quererte esa noche,
y cómo no fingir, entonces,
cuando ya somnolienta preguntaste

¿así es esto de los animales y el silencio?

jueves, 6 de noviembre de 2008

Exorcismo

No sé si es por la botella de whiskey o por la escopeta cargada, pero estoy listo y jodidamente solo. Esperaré paciente su llegada, saldrán del espejo y bajarán por la escalera.

Si tengo suerte mataré a todos mis demonios, o ellos a mí...