he cometido los méritos
suficientes para convertirme en hombre,
ando a dos patas erguido,
y a veces,
como por coincidencia,
se me da eso de tener ideas,
hablar un poco,
ser prudente,
y sonreír cuando no entiendo.
cumplo las expectativas.
pero sucede que me pregunto,
cuando la ceguera y el hambre
cascabelean en mis rodillas:
¿de qué sirve ser hombre?
si por las mañanas me aturdo como un perro,
y a veces,
no siempre,
pero me sucede que al final del día,
sangro sangro sangro como cerdo desollado.
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