La gente le teme a los muertos, más a los cadáveres vivos cuyas manos agrietadas buscan asirse de quien sea en medio de sus temblorinas y ataques. Algunos fingen caridad y van a visitarlos al hospital, pero otros, los más humanos, usan cualquier pretexto para salir de sus cuartos o para no verlos. Es que morirse es contagioso, o al menos esa impresión da. Cuando uno mira los ojos de los moribundos, parece que la muerte se les quiere salir de la retina en busca de carne sana.
Y les huyen todos los que pueden, los demás somos familia, el único lazo que los mantiene con vida.
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