lunes, 10 de noviembre de 2008

abdicación

A Rodrigo Guajardo

I
intuir,
intuir en las ventanas ese peso diferente,
de lo sillones en la sala su vaivén viscoso que derrumba,
el desplome de zapatos que en alguna parte agrietan,
y del colchón del dormitorio eso que como chirrido gime.

en esta tarde espeso y desolado,
uno a uno ahueco los nudillos a paredes,
presiento,
la vaciedad de la casa,
el tumulto como calle,
grieta y boca negra que bosteza.

II
escucho,
como quien se orienta con estrellas:
el inminente-lento crocar de huesos del reloj.

III
hoy,
he visto a nadie,
esta tarde es
y digo, como tantas veces otras,
habría sido mejor lustrar con el hartazgo desde niño,
cuadrar los hombros como trasteando el escozor de las entrañas,

limar el hambre a los colmillos a esta bestia silenciosa de los días.

IV
horror.
horror a la clarividencia y su presentir de fondo los engranes
de esta hendida tarde obscura máquina.

V
adiós. renuncio.

adiós escribo del silencio porque el silencio es la verdadera palabra.

renuncio a la derrota todas las derrotas y ser uno mismo y honesto
porque es lo único que queda.

abdico,
no más vanagloriar clarividencias,
ya basta de mi reino no es este mundo
pero vale la pena ser animal silencioso.


VI
adiós,
adiós ungida carne de mi hastío,
adiós tristeza inútil,
adiós,
adiós mujeres amadas,
palpiten allá, en lo lejano,
sean lo otro en lo otro el otro lado
que no alcanzo porque estoy tan agotado,
y ya no me interesa.

renuncio a todos,
abdico,
adiós a los amigos que nunca fueron,
sean allá donde no llego,
isla sola muda y sorda que apenas tienta el agua.

ya basta de todos los días
y los días y los días y los días
y los días

y la nada.

VII
abdico,
fue suficiente,
por esta tarde
y para siempre,

ya basta.

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