La posibilidad latente de su muerte no me hace feliz, ni me hará sentir mejor ni sanará mis heridas. Si acaso me dejará dormir en paz, a pierna suelta, segura de que nunca más volverá a lastimarme. La venganza no es siempre una pasión placentera; no todos nacemos para llevarla a cabo. Los lazos que unen a la víctima y al torturador son retorcidos e imprecisos, pero fuertes…
La verdadera tortura es verlo en agonía mientras me quedo inmovilizada por la impresión, por los recuerdos, por el miedo, o quizás porque es mejor contemplarlo con lo poco que me queda que volverme como él.
La verdadera tortura es verlo en agonía mientras me quedo inmovilizada por la impresión, por los recuerdos, por el miedo, o quizás porque es mejor contemplarlo con lo poco que me queda que volverme como él.
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