Now the damned have no time to make amends
David Bowie
1848,
Samuel Brannan
grita la noticia al mundo:
la ciudad prometida nacerá del desierto.
Argonautas,
hombres solos,
yo también persigo la dulzura del oro,
también me desgarro las uñas en los ríos de rocas
y mi sangre bautiza el nicho de las serpientes,
y me quemo la piel del cuello,
hurgo la tierra donde se bruñen mis dedos,
por el calor,
por la fiebre.
1849,
la ciudad dorada.
Asesiné a 26 hombres de cuyo desplome
me queda la nostalgia y el olor a pólvora,
el sonido de sus cuerpos reventándose en la tierra.
Nada encontré.
Anclé mi pecho argonautas,
(igual que todos los cegados)
regresé y era un buque hueco,
ajado por la sal,
cubierto por la arena...
Yo también persigo la dulzura del oro.
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