martes, 15 de abril de 2008

Bienaventurados los que nada esperan

Porque ellos nunca serán defraudados


I

Desconfío de los hombres

y mujeres risueños,

en sus corazones hay tanta angustia

que se han olvidado de sí mismos.

II

No espero nada de la vida,

sólo espero,

interminablemente.

III

Vagamente feliz era aquel hombre,

extraño, francamente imbécil,

qué inútil e inocente fue mi padre.

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