miércoles, 9 de abril de 2008

De cómo los vampiros cambiaron la moronga por el taco de ojo

Dicen que los voyeurs son vampiros renegados. A decir verdad, les causa repulsión beber sangre, tener ese contacto vulgar con los seres humanos; pero como no pueden escapar de su condición, convierten su hambre en morbo. Con el paso de los años han modificado casi todas sus características: sus colmillos se han vuelto chatos y estéticos, y el alo de misterio que los hacía atractivos sirve ahora para hacerlos invisibles. Lo único que permanece intacto es su vulnerabilidad ante la luz. Por la noche se les puede ver vagando por las avenidas o en los cines viejos, aunque sus lugares favoritos son los antros de moda.

Su mirada es un arma de supervivencia punzante y sangrienta. Usualmente eligen una víctima al azar y la miran por largo rato, como un gato a un pájaro. La recorren lentamente, como si pasaran su lengua por cada rincón del cuerpo. Muchas veces sucede que la presa, con algo de alcohol encima y el ego elevado, los confunde con ebrios seductores. Entonces trata de llamar su atención de manera descarada; si esto no resulta utiliza tretas viejas con el fin de intercambiar palabras, teléfonos o fluidos. Mas al saberse cercanos al contacto corporal, los ex vampiros huyen despavoridos y asqueados.

Al igual como lo cuentan las leyendas, su imagen no puede reflejarse en un espejo, por eso cuando se paran frente a uno parecen burócratas, banqueros, maestras de kínder o estudiantes de ingeniería. Su disfraz es tan eficaz que raramente se les logra distinguir, salvo cuando algún incauto logra encontrar sus ojos entre la multitud después de sentirse observado por horas.

1 comentario:

Unknown dijo...

Buen texto, de verdad, felicidades.