martes, 14 de octubre de 2008

72, de Julio Cortázar

—Hiciste bien en venir a casa, amor, si estabas tan cansado.
—There’s not a place like home —dijo Oliveira.
—Tomá otro matecito, está recién cebado.
—Con los ojos cerrados parece todavía más amargo, es una maravilla. Si me dejaras dormir un rato mientras leés alguna revista.
—Sí, querido —dijo Gekrepten secándose las lágrimas y buscando Idilio por pura obediencia, aunque hubiera sido incapaz de leer nada.
—Gekrepten.
—Sí, amor.
—No te preocupes por esto, vieja.
—Claro que no, monono. Esperá que te pongo otra compresa fría.
—Dentro de un rato me levanto y nos vamos a dar una vuelta por Almagro. A lo mejor dan alguna musical en colores.
—Mañana, amor, ahora mejor descansá. Viniste con una cara...
—Es la profesión, qué le vas a hacer. No te tenés que preocupar. Oí cómo canta Cien Pesos ahí abajo.
—Le estarán cambiando la sepia, animalito de Dios —dijo Gekrepten— Es más agradecido...
—Agradecido —repitió Oliveira—. Mirá que agradecerle al que lo tiene
enjaulado.
—Los animales no se dan cuenta.
—Los animales —repitió Oliveira.

No hay comentarios: