miércoles, 8 de octubre de 2008

Tribulaciones de un viejo epicúreo

Las putas, desde tiempos históricos, inmemoriales, vetustos, han dejado un gran legado, grande y sagrada sabiduría ¡oh, grandes mentes incomprendidas! para nosotros, seres occidentales –y accidentales, completaría. Nos dejaron, como les iba diciendo muchachos, tantos y tantos conocimientos que muy pocos somos capaces de aprehender, sí, con “h”. Una de sus máximas, sin bien recuerdo queridos compañeros, es un fantástico apotegma de una clarividencia espantosísima, el cual versa de la siguiente manera: si uno comete la fechoría fornicatoria, si uno se hunde hasta la inmundicia en el escozor de la carne -uno es débil, hay que reconocerlo, pero… que es a donde quiero llegar: si uno coje, se empuerca hasta el alma en la fornicación, pero, en el transcurrir y acabar del lúbrico acto, no hay beso, entonces, en consecuencia y ante la ausencia de ósculo, pues definitiva y contundentemente, por la más estricta causalidad: no hay delito, ni culpa ni mácula moral alguna, sea ésta (la concubina, no la mácula) puta, novia, amiga o mera casualidad… así que, si me cojo –o me coje, porque hay que ver el vitalismo de algunas, a tal, o esta o aquella o a esa, Mariano arqueó el antebrazo derecho, levantó la mano, y con un movimiento lento, maquinal, tensó el dedo índice hasta señalar la espalda de una mujer, 24, 27 años, buena pinta y cabello largo, castaño, pues me salvo enteramente, completitamente de la ya tan acostumbrada cruda moral a la que los tristes y efímeros y convencionales seres humanos, que somos, estamos tan y tan acostumbrados después del coito.

Verán, tal vez peco de generalizador, siempre lo hago…mi condición de hombre casado me limita a un epicureismo más bien ortodoxo, pero como ustedes, jóvenes, deben de saber, el beso, ya los han dicho las putas, es un acto más bien “amoroso”, y si uno de desembaraza de tal “acto”, como resultado tendremos que la cojida viene a ser una ejecución carnal, totalmente pura, cristalina y sin complicaciones éticas o morales. La culpa, en todo caso, la cruda moral anteriormente mencionada no es otra cosa que una resaca antiquísima del judaísmo, verán, los cristianos primitivos… qué tipos, ellos no tenían problemas, dos, tres, cuatro, diez mujeres, las que pudieran mantener claro está, y díganme muchachos ¿la moral, las buenas costumbres y la decencia victoriana? Luego, ya saben, pasa el tiempo y el hombre todo lo pervierte, hasta el punto que uno ya ni siquiera puede cojer a gusto sin los jodidos remordimientos, la esposa, los hijos, las grandes promesas de hasta que la muerte nos separe jamás te traicionare siempre te he amado jamás te he mentido y demás ridiculeces que uno no quiere creerse pero que las tiene refundidas en lo más oscuro y corrioso del pellejo.

Ustedes sabrán, los tipos como yo, cómo decirlo, ya rancios y anticuados, somos tercos tercos, en cambio ustedes, camaradas, pues poco o nada tienen que ver con mis tribulaciones, ustedes son libres de fornicar y fornicar, en la mesa de al lado una pareja molesta nos observaba. La mesera, un poco escandalizada, hablaba con el cantinero justo cuando Mariano, parado, en total éxtasis y con un timbre de voz entre lloroso y lastimero, aventó de un empujón su silla, dejándola del otro extremo del bar, coger coger hasta reventar y seguir reventando y reventando, son libres de reventar lo que les plazca, de reventar como seres occidentales que son, reventar, reventar ¿saben lo que es relmente reventar?

Y a todo esto… mi experiencia, mis años de batallas, mis cicatrices, Mariano se levantó la camisa y de un movimiento nos mostró su pecho lampiño y arrugado, aquí… ¡aquí está la verdad! el verdadero conocimiento, la verdadera y única conclusión absoluta y total de la vida: hay que vérselas con las putas, hay que vérselas…


E. –qué carajos le pasa a este tipo
P. –de dónde mierdas salió ¿tú lo invitaste o qué? ¿es tu amigo?
J. –cuando llegué se me acercó y me invitó una cheve, fue todo
E. –y ahora ¿qué pedo?
J. –comoquiera estuvo chistoso los de las putas ¿no?
E. –mejor vámonos a la chingada

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