viernes, 26 de septiembre de 2008
desencanto
Pero, en verdad, estáis muertos, muertos.
Os digo, pues, que la vida está en el espejo,
y que vosotros sois el original, la muerte.
César Vallejo
nada habrá que sacie
tanto como la muerte,
no ser,
transcurriendo.
Os digo, pues, que la vida está en el espejo,
y que vosotros sois el original, la muerte.
César Vallejo
nada habrá que sacie
tanto como la muerte,
no ser,
transcurriendo.
plagio
las absurdas palabras arrojadas a la nada,
los absurdos otros
abdicados por el tiempo,
muertos ya
de tanto replicarse.
uno a uno poco
o nada me dicen,
soy
ellos.
soy,
cada inútil palabra,
cada gesto
iracundo
o incandescente
o soberbio
negándose a
a la contingencia.
soy yo mismo
siendo otros,
máscara
o espejo,
sus palabras me dicen
lo que quiero escucharles:
aun,
antes del silencio,
condenado estaba,
ya,
desde siempre,
a ser la réplica
de los farsantes.
los absurdos otros
abdicados por el tiempo,
muertos ya
de tanto replicarse.
uno a uno poco
o nada me dicen,
soy
ellos.
soy,
cada inútil palabra,
cada gesto
iracundo
o incandescente
o soberbio
negándose a
a la contingencia.
soy yo mismo
siendo otros,
máscara
o espejo,
sus palabras me dicen
lo que quiero escucharles:
aun,
antes del silencio,
condenado estaba,
ya,
desde siempre,
a ser la réplica
de los farsantes.
jueves, 25 de septiembre de 2008
incertidumbre
caos –o caja
que es este universo
que se distiende
o extingue
o ahoga.
sólo ella,
la Muerte,
-grieta certera al infinito,
es,
acaso,
introversión,
materia sin ser materia,
infinito:
nada conduce a nada,
nada conduce a nada,
todo principio es,
contradicción de principio,
nulidad,
negación
al génesis de la nada,
materia a
perpetuidad
o finitud
o el todo
expandiéndose,
dentro:
fagocitosis.
todo principio,
es,
acaso,
la imposibilidad de certeza.
que es este universo
que se distiende
o extingue
o ahoga.
sólo ella,
la Muerte,
-grieta certera al infinito,
es,
acaso,
introversión,
materia sin ser materia,
infinito:
nada conduce a nada,
nada conduce a nada,
todo principio es,
contradicción de principio,
nulidad,
negación
al génesis de la nada,
materia a
perpetuidad
o finitud
o el todo
expandiéndose,
dentro:
fagocitosis.
todo principio,
es,
acaso,
la imposibilidad de certeza.
martes, 23 de septiembre de 2008
pereza
Sé que estuve un tiempo viviendo
de prestado, haciendo lo que otros
hacen y viendo lo que otros ven
Horacio Oliveira
prefiero,
ahora,
la tibieza del
asténico.
el amor,
el dulce amor fariseo,
cínico y mitómano.
sé,
que por todo lo vivido,
hay,
paralelo a la desidia,
la pereza de la acción:
hacer para no decidir,
besar el cristal
de la desidia
y corromper la limpia
y líquida inercia de las cosas,
hacer esto o aquello
al primer beso.
romperse la boca
porque el rojo
es mejor que todo,
mejor que
blanco,
o negro.
de prestado, haciendo lo que otros
hacen y viendo lo que otros ven
Horacio Oliveira
prefiero,
ahora,
la tibieza del
asténico.
el amor,
el dulce amor fariseo,
cínico y mitómano.
sé,
que por todo lo vivido,
hay,
paralelo a la desidia,
la pereza de la acción:
hacer para no decidir,
besar el cristal
de la desidia
y corromper la limpia
y líquida inercia de las cosas,
hacer esto o aquello
al primer beso.
romperse la boca
porque el rojo
es mejor que todo,
mejor que
blanco,
o negro.
lunes, 22 de septiembre de 2008
penumbra
y tu lengua
descansa
fúrica
y tensa al abismo,
en el último vaso de la noche,
en el fondo
del horror a la carne.
esa ridícula torsión
de extremidades.
descansa
fúrica
y tensa al abismo,
en el último vaso de la noche,
en el fondo
del horror a la carne.
esa ridícula torsión
de extremidades.
sábado, 20 de septiembre de 2008
Nuevo León, estado de progreso
Poco menos de un año le queda a la administración de Natividad González Parás. Su sexenio en el “poder” es a todas luces criticable. Desde el Forum hasta la propagación infrenable de la violencia en el estado, pasando por la apropiación de espacios ciudadanos por parte de organizaciones criminales (zetas) y el uso irresponsable de la “fuerza” estatal contra sectores de la población, son ejemplos que demuestran que la administración actual ha dejado mucho que desear.
El progreso, lema neoliberal ampliamente difundido y promovido, es mera construcción discursiva, fabricada, una más. Fragmentos del pasado informe de gobierno, contrastados con la realidad social del estado de Nuevo León, señalan que el presunto “estado de progreso” es sólo eso, un lema:
Nuestra democracia se expresa primordialmente en la participación ciudadana, en la gestión gubernamental; en la tolerancia y el respeto a la disidencia y la pluralidad política; en la preservación del estado de derecho y de las libertades que consagra nuestra Carta Magna; en el ejercicio cotidiano del diálogo con todos los actores de la vida pública; y en la transparencia de los actos del gobierno.
Caso Arco Vial, juez destituido por oponerse a construcción del Arco Vial: Julieta Salazar, vocera de la asociación Vecinos de La Tinaja –que aglutina a más de 10 poblados que rechazan el proyecto carretero del gobierno estatal– informó que hace unos días empleados del gobierno de Nuevo león recabaron firmas de apoyo a la obra, y como Alanís se negó, pues desde hace cinco años trabaja con otros vecinos para impedir que políticos y empresarios se apoderen de esas tierras para desarrollar fraccionamientos, el domingo fueron a su domicilio Ricardo Fernández, secretario particular del alcalde de Santiago, Rafael Paz Fernández, junto con un supuesto enviado del gobierno estatal, para pedirle que entregara el sello y la placa que lo acreditaban como juez auxiliar (La Jornada, 29/07/08).
También respetamos y hacemos cumplir otros derechos fundamentales: la libre expresión de propuestas, críticas, inconformidades y exigencias en los espacios permitidos de la vía pública; en los medios de comunicación y foros institucionales; la legítima actuación de organizaciones y partidos políticos; la indeclinable manifestación del arte y los valores universales.
Caso del cierre de radio comunitaria “Tierra y Libertad”: El 10 de junio, más de 100 elementos de la PFP, con armas de largo poder, asaltaron violentamente las instalaciones de Radio Tierra y Libertad, en la ciudad de Monterrey. Sólo la defensa de unas 200 personas que se reunieron en el lugar del operativo logró impedir que llevaran detenido a Héctor Camero, el responsable de la estación. La razón esgrimida por las autoridades es que la radio no cuenta para su emisión con autorización oficial, aunque se cuidan muy bien de decir que los responsables de la radio habían solicitado dicho permiso oficial, mediante oficio recibido y sellado en noviembre de 2002 ante la oficina de la SCT en Monterrey, sin que hasta la fecha, haya habido respuesta alguna por parte de las autoridades(regeneracionradio.org, 14/07/08). Funcionarios estatales se desligaron del caso argumentando que “fue una orden federal”. ¿Y el informe?
En un marco de pluralidad es indispensable conocer las necesidades de la población, motivo por el cual, a lo largo de los últimos cuatro años se practica una política de puertas abiertas con profundo respeto a los derechos humanos. Durante este período, la labor emprendida se expresa en el seguimiento puntual a las 422 manifestaciones sociales llevadas a cabo y a las 736 reuniones con grupos de colonos, organizaciones no gubernamentales y miembros de partidos políticos, que reclaman la participación de las autoridades para resolver conjuntamente asuntos relacionados con la regularización de la tenencia de la tierra, asesoría jurídica e introducción de servicios públicos principalmente.
Caso Nueva Castilla: Tras 42 años de no concretar un proyecto de desarrollo habitacional, el Instituto Estatal de la Vivienda retomó más de mil hectáreas de "Nueva Castilla" para impulsar la zona norte de Nuevo León y legalizar las propiedades ubicadas en el municipio de Escobedo. El gobernador Natividad González Parás y el Infonavit firmaron el convenio de la cesión de derecho de propiedad, para que por medio del Instituto se reactive uno de los proyectos añejos que podrían beneficiar a una gran cantidad de familias […] González Parás destacó que la mitad del patrimonio adquirido fue tomado por posesionarios que establecieron sus viviendas en el lugar, por lo que se trabajará para regularizar los predios ilegales (El Porvenir, 07/05/05}.
Años después como los colonos disintieron a la obra estatal el gobierno practicó “una política de puertas abiertas con profundo respeto a los derechos humanos”: Colonos del Fraccionamiento Nueva Castilla se manifestaron frente a Palacio de Gobierno luego de que aseguraran que 70 de sus vecinos fueron sacados a la fuerza de sus domicilios por encontrarse en propiedad privada, luego de que la Federación les otorgara un amparo. Los vecinos les mostraron a la policía del estado el amparo federal, pero aún así los sacaron y se los llevaron al Ministerio Público, por encontrarse en una zona que dicen, es del Instituto de la Vivienda" - expresó Juan Carlos Armadillo, miembro de la Asamblea Estatal de Luchas Sociales, quien apoya a los colonos. Según Armadillo, la situación es más preocupante de lo que parece, pues entre los detenidos se encontraba un integrante de la Comisión en Apoyo a los Derechos Humanos AC (CADHAC), quien se asegurara que los derechos de los colonos no fueran violentados (El Porvenir, 17/05/08).
La disputa por terrenos entre habitantes de la colonia Nueva Castilla y el gobierno del estado provocó la captura, sin orden de aprehensión, de 32 colonos, 27 de los cuales ya fueron liberados. Sin embargo, se prevé que los cinco restantes podrían ser consignados este lunes. Los afectados señalaron que se les pretende acusar de delincuencia organizada y se quejaron de que las autoridades quisieron obligar a los acusados a firmar una declaración prefabricada además de que les negaron el derecho a solicitar un abogado. Incluso denunciaron que a varios de los 27 detenidos les hicieron firmar declaraciones en las que aceptaban “negociar” con el Instituto Estatal de la Vivienda, que presentó la denuncia en su contra (La Jornada, 19/05/08).
Y para defender y honrar ese párrafo del informe que dice que: Tenemos un gran compromiso con los que menos tienen; para cumplirlo trabajamos incansablemente para proporcionarles un terreno donde puedan tener una vivienda digna, impulsando además el aseguramiento de reservas territoriales para este fin, que incluya la incorporación de suelo social al desarrollo urbano, el gobierno del estado ejecutó la siguiente estrategia: En medio de la oscuridad y el silencio de la madrugada, los cinco detenidos del Fraccionamiento Nueva Castilla fueron trasladados al Penal del Topo Chico, donde se les dictó auto de formal prisión. José Luis Sandoval Obregón, abogado de los colonos, calificó este “madruguete” como una aberración jurídica y un torpe error político que bien podría afectar la imagen del actual gobierno en las próximas elecciones del 2009. Los vecinos fueron trasladados en la madrugada lo que claramente indica una aberración jurídica, sobretodo porque los detenidos ni siquiera son colonos, destacó el abogado, quien manifestó que entre los detenidos se encuentra un observador de Ciudadanos en Apoyo a los Derechos Humanos AC (CADHAC) y algunos activistas de derechos humanos (El Porvenir, 25/05/08).
Y para demostrar la preocupación “real” del estado por Un desarrollo sustentable, justo y armónico es aquél que se da cuando ningún recurso renovable es utilizado a un ritmo superior al de su generación, ningún contaminante se produce a un ritmo superior al que puede ser reciclado, neutralizado o absorbido por el medio, y ningún recurso no renovable es aprovechado a una velocidad mayor que la necesaria para sustituirlo por un recurso renovable utilizado de manera sostenida. Desde el inicio de la presente Administración se establecieron las bases para un desarrollo más equilibrado y sobre todo respetuoso del entorno ecológico, pues no queda más que hablar del caso Valle de Reyes: El Tribunal de lo Contencioso Administrativo en Nuevo León acorraló al municipio de Santa Catarina para que aprobara el proyecto Valle de Reyes, señaló la delegada de la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales, Brenda Sánchez. Añadió que dicha autoridad extra limitó sus funciones ya que actualmente existe un juicio de amparo que está por resolverse y que se encuentra detenido. Aunque dijo respetar las garantías del municipio, la delegada de la Semarnat consideró que con la decisión que tomó la administración encabezada por Dionisio Herrara Duque, deja las puertas abiertas a un plan de desarrollo que no existe.
El Gobernador del Estado José Natividad González Parás insistió en la necesidad de contar con el plan general de manejo del Parque Cumbres, para que los municipios puedan decidir donde si y donde no puede haber asentamientos humanos.
Hay la necesidad de poder contar con un plan general de manejo a fin de que los municipios en ejercicio de sus atribuciones, puedan determinar la naturaleza del uso y destino del suelo, y puedan empezarse a regularizar asentamientos que ya no se pueden quitar, pero otros que pueden moderarse determinar la densidad para poder avanzar en esas zonas, y también determinar cuáles son las zonas que no deben de tocarse y que deben de constituir Parque Nacional, dijo el mandatario estatal. Dentro hay zonas que ya están pobladas, hay asentamientos irregulares, y que por la ausencia de estos programas, por la indefinición, pues se ha deteriorado, se ha contaminado en donde hay asentamientos irregulares, algunos con título de propiedad, otros sin título de propiedad, y necesitamos poder tener un plan de desarrollo en esa zona, señaló González Parás (El Porvenir, 09/05/08).
Un sexenio para olvidar, sin duda, y eso que sólo se expusieron algunos extractos del informe y los casos “más sonados” en últimas fechas.
jueves, 18 de septiembre de 2008
miércoles, 17 de septiembre de 2008
parsimonia
quietud.
la calma llegó
bajo el oscuro puente
donde el mundo,
lento,
se hunde,
agrieta y
gotea
a los ojos
de cualquier mujer.
ahora
que la realidad
desploma
o
fluye
o
estanca,
yo,
quien bajo el
oscuro puente
soy lo que transcurre,
lo que dilata
o empequeñece:
me acostumbro tanto a todo,
me he acostumbrado tanto a todo,
y tan fácil.
la calma llegó
bajo el oscuro puente
donde el mundo,
lento,
se hunde,
agrieta y
gotea
a los ojos
de cualquier mujer.
ahora
que la realidad
desploma
o
fluye
o
estanca,
yo,
quien bajo el
oscuro puente
soy lo que transcurre,
lo que dilata
o empequeñece:
me acostumbro tanto a todo,
me he acostumbrado tanto a todo,
y tan fácil.
náusea
alguien tiene que vivir mi vida
escribir lo que escribo
pensar lo que pienso
sentir lo que siento,
decir
lo que digo.
alguien tiene que hacerlo,
alguien necesita hacerlo.
escribir lo que escribo
pensar lo que pienso
sentir lo que siento,
decir
lo que digo.
alguien tiene que hacerlo,
alguien necesita hacerlo.
ego
héroe desdentado,
antihéroe o caricatura,
aún,
me atrevo a desafiarme.
¿quién,
con sus colmillos,
roe la coraza de una
bestia sin entrañas?
antihéroe o caricatura,
aún,
me atrevo a desafiarme.
¿quién,
con sus colmillos,
roe la coraza de una
bestia sin entrañas?
kakfa
desperté un día de tantos
y tuve que andar erguido,
a dos patas,
con dos brazos.
soy un insecto en el cuerpo de un hombre.
¿cómo, entonces,
pensar en civilización
con tan absurdas extremidades?
y tuve que andar erguido,
a dos patas,
con dos brazos.
soy un insecto en el cuerpo de un hombre.
¿cómo, entonces,
pensar en civilización
con tan absurdas extremidades?
domingo, 14 de septiembre de 2008
Nothing much has changed...
The last picture show(1971)de Peter Bogdanovich
Una de las películas mas "duras" que he visto últimamente.
"Desesperanzado retrato de la América de los 50, que el cineasta retoca para hacerlo global a una América actual y futura, que despedaza sin piedad dejando la esperanza abandonada en una polvorienta calle de un minúsculo pueblo.
Estructurada en torno a la vida cotidiana de un pueblo de la América profunda, Bodanovich rasga con su bisturí una cara nada amable de una sociedad en la que él ya no cree, desesperanzada, sin ilusión y sin futuro, siendo lo más coherente el personaje del León (un magnífico Ben Johnson galardonado con el oscar), el referente del pasado, un pasado que siempre fue mejor (esos "glory days" que nunca van a volver). El cowboy desclasado, tantas veces visto en los westerns crepusculares que no tiene lugar en la nueva vida que se abre, pero que a diferencia de otras veces, ésta vida no es mejor que la anterior, es peor y ni siquiera lucha contra ella, se limita a verla pasar.
Gente olvidada y olvidable, vidas monótonas en las que no pasa nada y cuya mejor salida es la guerra de Corea que les espera a los muchachos o esperar proposiciones de ricos hombres en el caso del personaje de Cybill Sheperd. Son perdedores que no dejan la ciudad para ganar, no luchan por salir de su atolladero, siguen y siguen, como el León, viendo la vida pasar hasta que otra generación pasará por delante de ellos y se darán cuenta entonces que ya no son el futuro sino que son el pasado.
Desgarradoramente melancólica, la película es un ejercicio de nostalgia elevado al paroxismo. Es tal la agonía que desprenden sus imágenes que incluso puede llegar a doler. A través de la vida ordinaria de dos chicos del pueblo y sus relaciones con las mujeres, sus iniciaciones, su separación...su vida, Bogdanovich no hace otra cosa que poner de relieve el sentimiento existencial del paso de la adolescencia a la madurez. Una etapa donde cada acto marca las decisiones futuras, una época de transición donde el director se preocupa en que entendamos que no va a haber ninguna transición. Eso va a quedarse ahí de por vida.
Los personajes son seres perdidos, amargados y resentidos. Las diferentes relaciones que entre Sam Bottoms y la esposa de su profesor, o Cybil Sheperd o el amante de su madre, no es más que una búsqueda desesperada de amor y comprensión en un ambiente donde no hay cabida para sentimientos reales, como lo muestra la magnífica secuencia del momento después de la primera relación sexual (frustrada) entre Jeff Bridges y Cybill Sheperd. Esas apariencias en las que vive un pueblo olvidado donde la máxima distracción es la evasión constante, eterna.
Bogdanovich filma magistralmente una cinta que produce en el espectador todo tipo de sensaciones malsanas, invitándonos a pisar a fondo el acelerador cualquier vez que lleguemos a un pueblucho así.
Esa según Bogdanovich es América, la real, la pura, la genuina."
Fuente de la reseña:
http://www.miradas.net/2005/n41/estudio/thelastpictureshow.html
Opening
Muerto vivo.
Una vez más... el desencanto.
deus ex machina
tampoco estos caminos conducen a ninguna parte
Roberto Bolaño
aquí el miasma cotidiano
del ahora
de los días de cada día
me descubre.
descubierto,
ante él,
expectante:
el ojo,
artefacto,
máquina espectada y
engrane al artificio,
representación.
ahora
aquí es ninguna parte,
aquí,
nunca ningún dios,
ninguno,
habrá de importunar el camino
de los que tampoco
marchan al fondo del ojo,
a ninguna parte.
diáspora.
aquí y
ahora diáspora.
y aquí hombre
o árbol
o arena
o fuego
o piedra
son lo menos que desvela el ojo,
son lo menos camino
que el ojo delata.
aquí es ninguna parte,
aquí no hay dios
ni máquina ni hombre,
ninguno.
simulacro:
el ojo.
Roberto Bolaño
aquí el miasma cotidiano
del ahora
de los días de cada día
me descubre.
descubierto,
ante él,
expectante:
el ojo,
artefacto,
máquina espectada y
engrane al artificio,
representación.
ahora
aquí es ninguna parte,
aquí,
nunca ningún dios,
ninguno,
habrá de importunar el camino
de los que tampoco
marchan al fondo del ojo,
a ninguna parte.
diáspora.
aquí y
ahora diáspora.
y aquí hombre
o árbol
o arena
o fuego
o piedra
son lo menos que desvela el ojo,
son lo menos camino
que el ojo delata.
aquí es ninguna parte,
aquí no hay dios
ni máquina ni hombre,
ninguno.
simulacro:
el ojo.
sábado, 13 de septiembre de 2008
doppelgänger
dura su coraza y rostros todos los tiene,
en la translucidez estará,
en la negrura,
estará en cada nombre
cada día,
en cada paso estará,
hasta la muerte.
Otro,
dobles,
unos,
millones que yo,
millones más que yo,
mas sólo uno.
son,
son ese Otro que ahí
siempre ajeno al uno,
pantomima,
remedo del uno,
extrañeza,
todos uno mismo,
uno.
Como universo
y partícula que
compone el caos,
ínfimo,
menos que uno,
el
Otro
estará ahí,
remedo
pantomima
extrañeza,
Otro,
como un dios espiándome.
hasta la muerte.
en la translucidez estará,
en la negrura,
estará en cada nombre
cada día,
en cada paso estará,
hasta la muerte.
Otro,
dobles,
unos,
millones que yo,
millones más que yo,
mas sólo uno.
son,
son ese Otro que ahí
siempre ajeno al uno,
pantomima,
remedo del uno,
extrañeza,
todos uno mismo,
uno.
Como universo
y partícula que
compone el caos,
ínfimo,
menos que uno,
el
Otro
estará ahí,
remedo
pantomima
extrañeza,
Otro,
como un dios espiándome.
hasta la muerte.
jueves, 11 de septiembre de 2008
estanco
A todo cuando me amenace para cambiarme
por mejor que sea, odio y huyo.
Déjenme los dioses mi vida siempre
sin renovar
Ricardo Reis
sea mi destino
existencia o simulacro una línea,
una imitación de horizonte
lejanía o distancia,
un vuelco extático de flecha
inconmovible,
nada ceda
el tiempo a la distancia
nada.
nada,
nada mude trayectoria
o giro o peripecia,
nada,
que todo sea lugar de siempre
y para siempre,
nada,
quieran los dioses
todos
hallarme donde mismo,
en una vieja piedra
en la misma piedra,
en la misma piedra
en que aprendí la vida,
en la misma piedra
en que espero la muerte,
nada,
nada sea nada,
nada sea mi vida
y mi vida,
siempre.
por mejor que sea, odio y huyo.
Déjenme los dioses mi vida siempre
sin renovar
Ricardo Reis
sea mi destino
existencia o simulacro una línea,
una imitación de horizonte
lejanía o distancia,
un vuelco extático de flecha
inconmovible,
nada ceda
el tiempo a la distancia
nada.
nada,
nada mude trayectoria
o giro o peripecia,
nada,
que todo sea lugar de siempre
y para siempre,
nada,
quieran los dioses
todos
hallarme donde mismo,
en una vieja piedra
en la misma piedra,
en la misma piedra
en que aprendí la vida,
en la misma piedra
en que espero la muerte,
nada,
nada sea nada,
nada sea mi vida
y mi vida,
siempre.
miércoles, 10 de septiembre de 2008
contingencia
ebrio,
seducido por los cuerpos y las luces y las carcajadas.
amanece.
cualquier otro sería lo mismo,
ebrio o impertinente o lúcido.
yo sin ser yo,
yo,
otra persona.
yo,
que no sé eso de buscar buscar buscar buscar .
yo que no sé nada,
nada.
sé que anochece o amanece,
sé las carcajadas los cuerpos las luces,
ebrio,
vaciándome en eso otro,
yo sin ser nadie, otra persona,
otro,
o nadie
o yo,
cualquiera,
cualquiera sería lo mismo,
o no.
seducido por los cuerpos y las luces y las carcajadas.
amanece.
cualquier otro sería lo mismo,
ebrio o impertinente o lúcido.
yo sin ser yo,
yo,
otra persona.
yo,
que no sé eso de buscar buscar buscar buscar .
yo que no sé nada,
nada.
sé que anochece o amanece,
sé las carcajadas los cuerpos las luces,
ebrio,
vaciándome en eso otro,
yo sin ser nadie, otra persona,
otro,
o nadie
o yo,
cualquiera,
cualquiera sería lo mismo,
o no.
martes, 9 de septiembre de 2008
Querer
Laura me dice que ya no quiere tener más hijos, que Lucy es suficiente, pero a Joaquín no le importa, todas las noches la busca y todas las noches la encuentra, se molesta cuando tiene la regla porque no se puede. Yo siempre uso condón, aunque sean de esos que regalan en el seguro y que mi hermano dice que están rotos, no quiero que Laura se embarace, no de mí al menos. Ella dice que uso condón porque tengo miedo de que me pegue algo, porque dice que Joaquín se mete con putas, por eso ella quiere que él use condón. Me gusta estar con ella después de hacerlo, cuando está acostada puedo oler su cabello, mirar su espalda, sólo lo puedo hacer cuando se queda dormida, porque casi siempre en cuanto acabamos ya se tiene que ir, tengo que entender que Lucy está chiquita y que tiene que estar con su mamá, Laura dice que Lucy es muy feliz con ella, que le brillan mucho los ojos, por eso a veces creo que Lucy es mi hija y no de mi hermano.
Ataraxia
Fue mi obligación transparente vivir otras vidas,
morir otras muertes y resucitar entre gente que no me conoce
Pablo Neruda
Me duele un poco menos el paso de los días,
andar de un lado a otro con el lastre del fastidio.
Nadie me conoce,
soy algo tímido y no espero del mundo
elogios, respeto sino indiferencia.
Salgo a las calles y sonrío,
lleno mis pulmones,
respiro,
algunas veces intento ser feliz y a ratos me sale.
¿qué otra cosa se puede hacer en una ciudad como esta?
Vivo el simulacro,
vivo,
conozco a los otros,
son como yo.
A nadie le importa nadie.
morir otras muertes y resucitar entre gente que no me conoce
Pablo Neruda
Me duele un poco menos el paso de los días,
andar de un lado a otro con el lastre del fastidio.
Nadie me conoce,
soy algo tímido y no espero del mundo
elogios, respeto sino indiferencia.
Salgo a las calles y sonrío,
lleno mis pulmones,
respiro,
algunas veces intento ser feliz y a ratos me sale.
¿qué otra cosa se puede hacer en una ciudad como esta?
Vivo el simulacro,
vivo,
conozco a los otros,
son como yo.
A nadie le importa nadie.
lunes, 8 de septiembre de 2008
N/N
Si de pronto, por acto divino o simple peripecia del destino, a este ser se le dotara de conciencia (o se hiciera de una), estoy convencido: abandonaría la casa.
Laurenço Giravente, refiriéndose a su perro
I
Cuando Heráclito Mendoza intuyó la gravedad de lo sucedido (como nunca antes lo había hecho en su existencia) supo que su vida jamás volvería a ser la misma. Justo en el momento en que el mango estriado del cuchillo rozó su piel al resbalar nerviosamente de su mano izquierda, sintió un estremecimiento, una pequeña erupción nacida del abdomen y que, en el preciso instante del roce, comenzó a invadir y magnetizar cada milímetro de su piel.
Casi 26 centésimas de segundo más tarde, el tintineo producido por la vibración del metal chocando contra las baldosas de la cocina llegó hasta sus oídos: la realidad se le manifestó clara, nítida, como si el velo que durante 52 años había obnubilado su vista se desgarrara y en lugar de una espesa negrura, un límpido y sereno paisaje se descubría ante su mirada. Se observó paralizado, quieto, se vio a sí mismo. En su mente aquella imagen quedó capturada igual que en un daguerrotipo.
—hazte de comer Mendoza, hoy salgo, por eso ando arreglada ¿qué no ves? Un huevo, lo que sea, lo que se te antoje; hazte de comer y no molestes, come algo antes de que te vayas con Camero…
II
Me dijo: no podré asistir hoy... salieron algunos asuntos, nunca me imaginé a qué asuntos se refería, de hecho, todavía me cuesta creer que Heráclito haya sido capaz de hacer lo que hizo.
Lo conocí como hace doce o trece años, en las oficinas de Imatel, yo era coordinador de ventas y él contador, finanzas o algo así; no hablaba mucho, generalmente yo era el que tomaba la iniciativa cuando charlábamos, él asentía o se reía o simplemente se quedaba callado, supongo que era demasiado inseguro.
No recuerdo cómo es que comenzamos a reunirnos en mi casa, no recuerdo muchas cosas, mi memoria es malísima, aunque, lo que pueda ayudarles, tengan por seguro que lo haré sin dudarlo, y es que, de verdad, yo apreciaba mucho a Judit.
Tomábamos whiskey, él cuatro vasos, siempre, agua mineral, hielos, lo usual, siempre cuatro, decía que tenía que manejar, generalmente estaba dos o tres horas, yo hablaba, él escuchaba, a veces me contaba algunas cosas, cosas sin importancia, intrascendentes. Estoy solo desde hace tiempo, usted debe comprender, mi mujer y yo decidimos separarnos, Heráclito apareció y en serio que es buen tipo, no se mete con nadie.
No, no me acuerdo muy bien de cómo es que comenzó “nuestra amistad”, en Imatel yo la pasaba mal, el divorcio, vivir solo, nunca en mi vida había vivido solo, fue difícil y pues yo siempre veía a Heráclito comer en la cafetería, apartado de los demás, no hablaba con nadie, creo que me identifiqué con él, algo así. Aunque yo tenía mis amigos en la oficina casi siempre me sentía solo, usted entiende, y un día simplemente me le acerqué; al principio batallé para que me tomara confianza, desistí algunas veces, salía a comer fuera del edificio, para evitar a Heráclito, me molestaba un poco su parquedad, pero recuerdo que cuando tenía ganas de hablar regresaba a la rutina de Heráclito y la cafetería, fue una temporada, no sé cuánto, pero estoy seguro que no pasa de un año; transcurrido un tiempo hasta sonreía cuando yo le narraba las peripecias del inútil de Robles y su innata incapacidad para manejar la gerencia de ventas o ponía la cara de serio cuando le hablaba de Clara, mi mujer.
Luego vinieron los jueves, no sé cómo exactamente, pero lo invité a casa o llegó solo… quién sabe, después de tantos años es casi imposible precisar lo que sucedió; el punto es que empezamos a vernos los jueves, él llegaba a mi casa como a las diez de la noche y se iba a las doce, siempre fue muy puntual y cuando no podía visitarme, me lo anunciaba con semanas de anticipación. Hablábamos de música, bueno, yo hablaba de música, escuchábamos piezas, discos de jazz, me gusta el jazz sabe, Parker, Monk, Miles Davis, Gillespie Coltrane, Bechet, ah, los clásicos, a Heráclito parecía también gustarle, al menos no le desagradaba.
En sí de nada, en ocasiones no pronunciábamos palabra, sé que resulta difícil de creer, pero… ni a él ni a mí nos incomodaba, tomábamos unas copas, él no fumaba ¿alguna vez a escuchado ornithology? es verdaderamente una joya.
Me agradaba tanto cuando Judit visitaba la casa, fueron pocas veces, ella era muy hermosa, mucho más joven que él y yo, y pues usted comprenderá, ella era todo lo contrario a Mendoza (así le decía ella), hablaba mucho, sonreía más, me enteré de más cosas de Heráclito por Judit que por él mismo, a veces veía a Mendoza sonrojarse por las confidencias que Judit ventilaba, pero, no pasaba a más. Me sorprendió mucho cundo me anunció que se había casado, hace 4 años de eso, lo recuerdo muy bien porque cuando me lo platicó me indigné un poco, yo era su mejor amigo, o lo más parecido a un amigo, y ni siquiera me había invitado a la boda y jamás me había hablado de Judit. En unos meses todo volvió a la normalidad, Heráclito era así y yo lo aceptaba como tal, a Judit la conocí casi un año después de la boda, hasta llegué a dudar que Judit fuera un persona real, viniendo de Heráclito, y no digo que esté loco ni nada parecido, lo que pasa es que así es Mendoza, usted entiende.
No, no hablaba mucho de ella, y no, nunca me pareció extraño, pensándolo bien lo que sí me parecía un poco fuera de lo común era que ella le hablara por Mendoza y no Heráclito o amor o que sé yo, y no es que yo sea cursi o algo así, pero cuando lo de mi mujer, bueno, cómo explicarlo, éramos más cariñosos.
Alguna vez me dijo algo sobre un perro, hace meses, no recuerdo cuándo ni por qué me contó lo del perro, pero me explicó que halló un perro en la calle, un perro mediano, negro o café, que decidió quedarse con él y Judit no lo quiso, y sí, la verdad la comprendo, alguna vez tuve un perro y era demasiado sucio, tenía que limpiar el patio al menos dos veces al día, además, las croquetas están carísimas, en estos días uno ya no puede permitirse esos lujos, hice lo que mejor pude, regalé el animal a Francisco, mi sobrino. Usted sabrá, un hombre como yo no sabe cuidar animales, es mejor una familia, en todo caso, tienen tiempo para eso ¿no cree?
No, que yo sepa no tenían “pleitos”, si los había, Heráclito nunca me hablaba de eso; no, tampoco creo que el perro haya sido el “motivo”, no, definitivamente no, sería, cómo decirlo… ridículo.
Sí, esa noche me habló como a las 10:56, me acuerdo exactamente la hora por el reloj que está colgado en la pared de la sala, justo arriba del teléfono; verá, estaba algo preocupado, pensé que había pasado algo, que había chocado o algo peor y por eso no había llegado, cuando contesté me dijo algo así como: no podré asistir hoy... salieron algunas cosas; me tranquilizó escucharlo tan sereno, tan seguro, como pocas veces.
Qué pena que pasen estas cosas.
III
Una gota de sudor, salada, cristalina y tibia, resbalaba en el cuello de Judit. Heráclito no quiso dar explicaciones, sólo decidió quedarse en casa, sólo lo decidió. En el fondo sabía que el incidente de la gota de aceite hirviendo, que hace apenas dos horas con seis minutos quemó la piel de su antebrazo izquierdo cuando intentaba cocinar unos huevos, había despertado en él un extraña sensación de vacuidad, de angustia nunca antes experimentada. Decidió esperar a Judit, sólo lo decidió.
—por qué no fuiste con Camero ¿qué, te pasa algo? ¿qué, me estuviste esperando todo este tiempo en la cocina? bueno, tú sabes…
Judit le dio la espalda, no esperó respuesta o no le interesaba, estaba acostumbrada al autismo de Heráclito, dio la espalda. Él observó con detenimiento una gota de sudor que brotaba de la nuca de un cuerpo desconocido, de una mujer frente a él que dejó de tener nombre, forma y cualquier sentido, era como si ya no perteneciera este mundo, y ella, su mujer, fuera un cascarón, la muda de piel de un reptil o insecto, o un bulto que de la nada se materializara para ocupar, inútilmente, un espacio frente al fregadero de la cocina.
La gota escurrió desde la nuca, desde el cabello recogido de Judit, escurrió desde la nuca y recorrió, salada, cristalina y tibia, el cuello, por el cuello haciendo camino entre los vasos capilares y los surcos microscópicos de la piel. La gota se detuvo en la tercera vértebra de la espina dorsal, donde apenas inician los omóplatos, donde el vestido negro de Judit la absorbió intempestivamente. Heráclito se acercó a Judit, pero no a Judit por ser Judit sino al gota que se desprendía del bulto, de la muda de piel, del cascarón de reptil o insecto, y acercó sus fosas nasales a 2.6 centímetros del cuello de su mujer, el recorrido de la gota dejó un hilo húmedo, un pequeño, ínfimo río de sudor apenas perceptible para el ojo humano; aspiró profundamente y la mezcla del perfume, el sudor, el maquillaje, el vello, la carne, los huesos, la sangre, los dientes, la saliva, la lengua, los músculos y la grasa entre ellos, la comida depositada en su estómago, aún sin digerir y los jugos gástricos en plena ebullición (los jugos, fue su hedor lo que más lo sacó de quicio), engendraron en Heráclito una opresión originada en la boca del estómago y consumada en lo más sensible de la garganta humana: la tráquea.
Náusea. Después las cosas sólo transcurrieron, el mango estriado, la fría y brillante hoja de metal, la caja torácica abriéndose como una calabaza ante la hoja, fría, afilada y brillante; la segunda, la tercera y la séptima costilla externa, primero ofreciendo resistencia pero luego desgarrándose, rotas, vulneradas, convertidas en miles, millones de pequeñísimas partículas de cartílago y hueso. La hoja, brillante, fría, penetró la piel, la grasa, los músculos, los pulmones que, espasmódicos e hinchándose de sangre en lugar de oxígeno, se contrajeron por última vez, quedando como una plasta convulsa y sanguinolenta, una placenta moribunda y viscosa.
La novena cuchillada la detuvo el esternón, una grieta, una rasgadura en el apéndice xifoides quedó después de la invasión de la hoja metálica; entró transversalmente, sin tocar el corazón pero inundando de sangre los alvéolos del pulmón derecho. La novena cuchillada provocó la muerte. Diecisiete tajaduras más tarde, el cuerpo de Judit se desplomó sin siquiera tener tiempo de percatarse de su propia muerte, Heráclito, un poco agitado, escuchó un golpe hueco, seco e inorgánico, escuchó el crujido de los huesos quebrándose con el propio peso del cadáver. El sonido, el crackp que se amplificó con la abertura en la caja torácica, recordó a Heráclito el crac que produjo el golpe contundente de un mazo en la cabeza de un animal más pequeño, un perro.
No quería matarlo, pero tenía que deshacerse de él. No se le ocurrió otra cosa, tomó el mazo del cuarto de herramientas, acarició torpemente la cabeza del perro, le besó las orejas y sin meditarlo, de un solo golpe, destrozo el cráneo del animal. Una grieta profunda, roja y oscura, el cuero peludo desprendiéndose de la caja ósea, el globo ocular derecho reventado, las mandíbulas rígidas, apopléjicas, la masa encefálica todavía tibia, latiendo.
Recordaba y las imágenes se mezclaban en su cabeza, un sueño, una alucinación de la que no podía despertarse. Esa noche enterró el perro en el patio de la casa, a un lado de los rosales de Judit, lloró como hacía años que no lo hacía, gimoteaba como niño, gemía y exhalaba hasta agobiar la capacidad de su tórax. Judit no se dio cuenta, nunca le preguntó qué había pasado con el perro, esa noche, ella dormía apaciblemente.
Recordó las patas del animal, sacudidas involuntariamente por las terminales nerviosas trituradas por el golpe, por los impulsos eléctricos y caóticos de los músculos aún vivos; observó al animal hasta que su cuerpo dejó de moverse. Recordó que algunos meses atrás contemplaba el cadáver de un perro, y en ese momento, reparaba en el cadáver de otro animal, más insólito, más incomprensible. Recordó que las suelas de sus zapatos se mancharon accidentalmente con la sangre del perro y, obligado por un mecanismo incognoscible, estampó la suela de su zapato izquierdo en el charco de sangre que el cadáver de Judit alimentaba.
Recordó algo o pensó que recordó algo, todos sus pensamientos, ideas, frases, palabras, sílabas, letras, iban y venían, cruzándose, colisionando en su cerebro hasta convertirse en impulsos nerviosos, en chispas eléctricas que se extinguían en la membrana plasmática de sus neuronas. Recordó el cuerpo del perro y recordó que, ahora, parado en la cocina, tenía que enterrar el cadáver, el otro cuerpo, enterrarlo junto a los rosales, descuartizarlo o tirarlo a la basura, quemarlo o simplemente salir de la casa, desaparecer y nunca regresar.
Cuando Heráclito Mendoza intuyó la gravedad de lo sucedido (como nunca antes lo había hecho en su existencia) supo que su vida jamás volvería a ser la misma. Casi 78 centésimas de segundos más tarde, conmocionado por una especie de epifanía, de revelación o alucinación, se vio a sí mismo como en realidad era.
Lo comprendió todo: ante la ausencia de Judit y en consecuencia a todo lo acontecido: tendría que conseguir un perro. Para hacerle compañía.
Laurenço Giravente, refiriéndose a su perro
I
Cuando Heráclito Mendoza intuyó la gravedad de lo sucedido (como nunca antes lo había hecho en su existencia) supo que su vida jamás volvería a ser la misma. Justo en el momento en que el mango estriado del cuchillo rozó su piel al resbalar nerviosamente de su mano izquierda, sintió un estremecimiento, una pequeña erupción nacida del abdomen y que, en el preciso instante del roce, comenzó a invadir y magnetizar cada milímetro de su piel.
Casi 26 centésimas de segundo más tarde, el tintineo producido por la vibración del metal chocando contra las baldosas de la cocina llegó hasta sus oídos: la realidad se le manifestó clara, nítida, como si el velo que durante 52 años había obnubilado su vista se desgarrara y en lugar de una espesa negrura, un límpido y sereno paisaje se descubría ante su mirada. Se observó paralizado, quieto, se vio a sí mismo. En su mente aquella imagen quedó capturada igual que en un daguerrotipo.
—hazte de comer Mendoza, hoy salgo, por eso ando arreglada ¿qué no ves? Un huevo, lo que sea, lo que se te antoje; hazte de comer y no molestes, come algo antes de que te vayas con Camero…
II
Me dijo: no podré asistir hoy... salieron algunos asuntos, nunca me imaginé a qué asuntos se refería, de hecho, todavía me cuesta creer que Heráclito haya sido capaz de hacer lo que hizo.
Lo conocí como hace doce o trece años, en las oficinas de Imatel, yo era coordinador de ventas y él contador, finanzas o algo así; no hablaba mucho, generalmente yo era el que tomaba la iniciativa cuando charlábamos, él asentía o se reía o simplemente se quedaba callado, supongo que era demasiado inseguro.
No recuerdo cómo es que comenzamos a reunirnos en mi casa, no recuerdo muchas cosas, mi memoria es malísima, aunque, lo que pueda ayudarles, tengan por seguro que lo haré sin dudarlo, y es que, de verdad, yo apreciaba mucho a Judit.
Tomábamos whiskey, él cuatro vasos, siempre, agua mineral, hielos, lo usual, siempre cuatro, decía que tenía que manejar, generalmente estaba dos o tres horas, yo hablaba, él escuchaba, a veces me contaba algunas cosas, cosas sin importancia, intrascendentes. Estoy solo desde hace tiempo, usted debe comprender, mi mujer y yo decidimos separarnos, Heráclito apareció y en serio que es buen tipo, no se mete con nadie.
No, no me acuerdo muy bien de cómo es que comenzó “nuestra amistad”, en Imatel yo la pasaba mal, el divorcio, vivir solo, nunca en mi vida había vivido solo, fue difícil y pues yo siempre veía a Heráclito comer en la cafetería, apartado de los demás, no hablaba con nadie, creo que me identifiqué con él, algo así. Aunque yo tenía mis amigos en la oficina casi siempre me sentía solo, usted entiende, y un día simplemente me le acerqué; al principio batallé para que me tomara confianza, desistí algunas veces, salía a comer fuera del edificio, para evitar a Heráclito, me molestaba un poco su parquedad, pero recuerdo que cuando tenía ganas de hablar regresaba a la rutina de Heráclito y la cafetería, fue una temporada, no sé cuánto, pero estoy seguro que no pasa de un año; transcurrido un tiempo hasta sonreía cuando yo le narraba las peripecias del inútil de Robles y su innata incapacidad para manejar la gerencia de ventas o ponía la cara de serio cuando le hablaba de Clara, mi mujer.
Luego vinieron los jueves, no sé cómo exactamente, pero lo invité a casa o llegó solo… quién sabe, después de tantos años es casi imposible precisar lo que sucedió; el punto es que empezamos a vernos los jueves, él llegaba a mi casa como a las diez de la noche y se iba a las doce, siempre fue muy puntual y cuando no podía visitarme, me lo anunciaba con semanas de anticipación. Hablábamos de música, bueno, yo hablaba de música, escuchábamos piezas, discos de jazz, me gusta el jazz sabe, Parker, Monk, Miles Davis, Gillespie Coltrane, Bechet, ah, los clásicos, a Heráclito parecía también gustarle, al menos no le desagradaba.
En sí de nada, en ocasiones no pronunciábamos palabra, sé que resulta difícil de creer, pero… ni a él ni a mí nos incomodaba, tomábamos unas copas, él no fumaba ¿alguna vez a escuchado ornithology? es verdaderamente una joya.
Me agradaba tanto cuando Judit visitaba la casa, fueron pocas veces, ella era muy hermosa, mucho más joven que él y yo, y pues usted comprenderá, ella era todo lo contrario a Mendoza (así le decía ella), hablaba mucho, sonreía más, me enteré de más cosas de Heráclito por Judit que por él mismo, a veces veía a Mendoza sonrojarse por las confidencias que Judit ventilaba, pero, no pasaba a más. Me sorprendió mucho cundo me anunció que se había casado, hace 4 años de eso, lo recuerdo muy bien porque cuando me lo platicó me indigné un poco, yo era su mejor amigo, o lo más parecido a un amigo, y ni siquiera me había invitado a la boda y jamás me había hablado de Judit. En unos meses todo volvió a la normalidad, Heráclito era así y yo lo aceptaba como tal, a Judit la conocí casi un año después de la boda, hasta llegué a dudar que Judit fuera un persona real, viniendo de Heráclito, y no digo que esté loco ni nada parecido, lo que pasa es que así es Mendoza, usted entiende.
No, no hablaba mucho de ella, y no, nunca me pareció extraño, pensándolo bien lo que sí me parecía un poco fuera de lo común era que ella le hablara por Mendoza y no Heráclito o amor o que sé yo, y no es que yo sea cursi o algo así, pero cuando lo de mi mujer, bueno, cómo explicarlo, éramos más cariñosos.
Alguna vez me dijo algo sobre un perro, hace meses, no recuerdo cuándo ni por qué me contó lo del perro, pero me explicó que halló un perro en la calle, un perro mediano, negro o café, que decidió quedarse con él y Judit no lo quiso, y sí, la verdad la comprendo, alguna vez tuve un perro y era demasiado sucio, tenía que limpiar el patio al menos dos veces al día, además, las croquetas están carísimas, en estos días uno ya no puede permitirse esos lujos, hice lo que mejor pude, regalé el animal a Francisco, mi sobrino. Usted sabrá, un hombre como yo no sabe cuidar animales, es mejor una familia, en todo caso, tienen tiempo para eso ¿no cree?
No, que yo sepa no tenían “pleitos”, si los había, Heráclito nunca me hablaba de eso; no, tampoco creo que el perro haya sido el “motivo”, no, definitivamente no, sería, cómo decirlo… ridículo.
Sí, esa noche me habló como a las 10:56, me acuerdo exactamente la hora por el reloj que está colgado en la pared de la sala, justo arriba del teléfono; verá, estaba algo preocupado, pensé que había pasado algo, que había chocado o algo peor y por eso no había llegado, cuando contesté me dijo algo así como: no podré asistir hoy... salieron algunas cosas; me tranquilizó escucharlo tan sereno, tan seguro, como pocas veces.
Qué pena que pasen estas cosas.
III
Una gota de sudor, salada, cristalina y tibia, resbalaba en el cuello de Judit. Heráclito no quiso dar explicaciones, sólo decidió quedarse en casa, sólo lo decidió. En el fondo sabía que el incidente de la gota de aceite hirviendo, que hace apenas dos horas con seis minutos quemó la piel de su antebrazo izquierdo cuando intentaba cocinar unos huevos, había despertado en él un extraña sensación de vacuidad, de angustia nunca antes experimentada. Decidió esperar a Judit, sólo lo decidió.
—por qué no fuiste con Camero ¿qué, te pasa algo? ¿qué, me estuviste esperando todo este tiempo en la cocina? bueno, tú sabes…
Judit le dio la espalda, no esperó respuesta o no le interesaba, estaba acostumbrada al autismo de Heráclito, dio la espalda. Él observó con detenimiento una gota de sudor que brotaba de la nuca de un cuerpo desconocido, de una mujer frente a él que dejó de tener nombre, forma y cualquier sentido, era como si ya no perteneciera este mundo, y ella, su mujer, fuera un cascarón, la muda de piel de un reptil o insecto, o un bulto que de la nada se materializara para ocupar, inútilmente, un espacio frente al fregadero de la cocina.
La gota escurrió desde la nuca, desde el cabello recogido de Judit, escurrió desde la nuca y recorrió, salada, cristalina y tibia, el cuello, por el cuello haciendo camino entre los vasos capilares y los surcos microscópicos de la piel. La gota se detuvo en la tercera vértebra de la espina dorsal, donde apenas inician los omóplatos, donde el vestido negro de Judit la absorbió intempestivamente. Heráclito se acercó a Judit, pero no a Judit por ser Judit sino al gota que se desprendía del bulto, de la muda de piel, del cascarón de reptil o insecto, y acercó sus fosas nasales a 2.6 centímetros del cuello de su mujer, el recorrido de la gota dejó un hilo húmedo, un pequeño, ínfimo río de sudor apenas perceptible para el ojo humano; aspiró profundamente y la mezcla del perfume, el sudor, el maquillaje, el vello, la carne, los huesos, la sangre, los dientes, la saliva, la lengua, los músculos y la grasa entre ellos, la comida depositada en su estómago, aún sin digerir y los jugos gástricos en plena ebullición (los jugos, fue su hedor lo que más lo sacó de quicio), engendraron en Heráclito una opresión originada en la boca del estómago y consumada en lo más sensible de la garganta humana: la tráquea.
Náusea. Después las cosas sólo transcurrieron, el mango estriado, la fría y brillante hoja de metal, la caja torácica abriéndose como una calabaza ante la hoja, fría, afilada y brillante; la segunda, la tercera y la séptima costilla externa, primero ofreciendo resistencia pero luego desgarrándose, rotas, vulneradas, convertidas en miles, millones de pequeñísimas partículas de cartílago y hueso. La hoja, brillante, fría, penetró la piel, la grasa, los músculos, los pulmones que, espasmódicos e hinchándose de sangre en lugar de oxígeno, se contrajeron por última vez, quedando como una plasta convulsa y sanguinolenta, una placenta moribunda y viscosa.
La novena cuchillada la detuvo el esternón, una grieta, una rasgadura en el apéndice xifoides quedó después de la invasión de la hoja metálica; entró transversalmente, sin tocar el corazón pero inundando de sangre los alvéolos del pulmón derecho. La novena cuchillada provocó la muerte. Diecisiete tajaduras más tarde, el cuerpo de Judit se desplomó sin siquiera tener tiempo de percatarse de su propia muerte, Heráclito, un poco agitado, escuchó un golpe hueco, seco e inorgánico, escuchó el crujido de los huesos quebrándose con el propio peso del cadáver. El sonido, el crackp que se amplificó con la abertura en la caja torácica, recordó a Heráclito el crac que produjo el golpe contundente de un mazo en la cabeza de un animal más pequeño, un perro.
No quería matarlo, pero tenía que deshacerse de él. No se le ocurrió otra cosa, tomó el mazo del cuarto de herramientas, acarició torpemente la cabeza del perro, le besó las orejas y sin meditarlo, de un solo golpe, destrozo el cráneo del animal. Una grieta profunda, roja y oscura, el cuero peludo desprendiéndose de la caja ósea, el globo ocular derecho reventado, las mandíbulas rígidas, apopléjicas, la masa encefálica todavía tibia, latiendo.
Recordaba y las imágenes se mezclaban en su cabeza, un sueño, una alucinación de la que no podía despertarse. Esa noche enterró el perro en el patio de la casa, a un lado de los rosales de Judit, lloró como hacía años que no lo hacía, gimoteaba como niño, gemía y exhalaba hasta agobiar la capacidad de su tórax. Judit no se dio cuenta, nunca le preguntó qué había pasado con el perro, esa noche, ella dormía apaciblemente.
Recordó las patas del animal, sacudidas involuntariamente por las terminales nerviosas trituradas por el golpe, por los impulsos eléctricos y caóticos de los músculos aún vivos; observó al animal hasta que su cuerpo dejó de moverse. Recordó que algunos meses atrás contemplaba el cadáver de un perro, y en ese momento, reparaba en el cadáver de otro animal, más insólito, más incomprensible. Recordó que las suelas de sus zapatos se mancharon accidentalmente con la sangre del perro y, obligado por un mecanismo incognoscible, estampó la suela de su zapato izquierdo en el charco de sangre que el cadáver de Judit alimentaba.
Recordó algo o pensó que recordó algo, todos sus pensamientos, ideas, frases, palabras, sílabas, letras, iban y venían, cruzándose, colisionando en su cerebro hasta convertirse en impulsos nerviosos, en chispas eléctricas que se extinguían en la membrana plasmática de sus neuronas. Recordó el cuerpo del perro y recordó que, ahora, parado en la cocina, tenía que enterrar el cadáver, el otro cuerpo, enterrarlo junto a los rosales, descuartizarlo o tirarlo a la basura, quemarlo o simplemente salir de la casa, desaparecer y nunca regresar.
Cuando Heráclito Mendoza intuyó la gravedad de lo sucedido (como nunca antes lo había hecho en su existencia) supo que su vida jamás volvería a ser la misma. Casi 78 centésimas de segundos más tarde, conmocionado por una especie de epifanía, de revelación o alucinación, se vio a sí mismo como en realidad era.
Lo comprendió todo: ante la ausencia de Judit y en consecuencia a todo lo acontecido: tendría que conseguir un perro. Para hacerle compañía.
Arcadio Alcántara
Encuérate, quítate la ropa y empínate. Me lo dijo así, sin más, como quien dice pásame la sal o regálame un cigarro o cualquier pendejada.
Arcadio Alcántara, desde Paz (algunos críticos afirman que lo ha superado) el mejor poeta mexicano, ensayista, narrador, intelectual, difusor cultural, traductor, crítico literario e iconoclasta, él, el renovador de la poesía y novela latinoamericana, él, Arcadio Alcántara y su obra traducida a no sé que tantos idiomas, él, el revolucionario, su grandeza, su gloria, su reconocimiento, él, y su infinita, casi tierna condescendencia a su terruño, a esta tierra flaca, atiborrada de manadas y manadas de ególatras poetillas y presuntuosos literatos fosilizados por el mainstream local; y yo, empinada, tendida a cuatro patas sobre la alfombra de una habitación fría, impersonal, frente a él, ofreciéndole las nalgas a él, a él, que con un vulgar empínate hizo de mi cuerpo una masa fresca y moldeable; no podía creerlo, no quería creerlo, no así, no él.
Ahhj, el tipo ya ni es tan bueno, ya está viejo, se repite ad infinitum, hasta el aburrimiento, dejó de hacer literatura, buena literatura, desde hace décadas, desde Los escombros, eso fue lo último que yo leí y que vale la pena, después de eso, nada, nada, nada, sólo escombros, ah y uno que otro honoris causa en universidades de medio pelo. Humberto y Marcela embobados con Rodolfo, lo creían inteligente, muy inteligente. Camino a la presentación criticó a Alcántara, ininterrumpidamente, sabía que me molestaba, que me emputaban los esfuerzos sobrehumanos que hacía para lucirse frente a ellos, pero no se detuvo, berreaba escupía injuriaba; no había necesidad, esos dos apenas si sabían algo de cualquier cosa, eran tan pendejos como pocos se atreverían a serlo. No sé por qué permitió que nos acompañaran, tal vez quería cojerse a Marcela o ya se la había cojido. Humberto era muy imbécil y no se daba cuenta que si Rodolfo se erizaba como un pavorreal era para que Marcela no le quitara los ojos de encima.
Me penetró ocho, diez minutos, primero con fuerza, luego con desgano, sin una gota de sudor, dime que quieres más, dime que quieres mi verga, dime que quieres más... estás bien rica; sentí pavor, frío, ganas de correr, de alejarme de ese miembro viejo, flácido, me tenía echada en el piso, con sus manos sujetándome la nuca. Me quedé quieta, intentando disfrutar pero el estás bien rica se incrustó en mi cráneo como en una caja de resonancia, no podía pensar más que en el estás bien rica y en el olor a plástico de la alfombra, estás bien rica, y mi cara rozando la alfombra, estás bien rica, ese olor.
A pesar de todo, el tipo ha hecho cosas importantes ¿no? Humberto, humbertito, tan ingenuo, acaso algunos segundos tardó Rodolfo en romperle la madre: qué cosas importantes, cómo cuáles, a ver, qué has leído de él, y el pobre humbertito callado, microscópico, vuelto un enano, Rodolfo se esponjó como un semental, Humberto no ha leído nada de Alcántara y Marcela, marcelita no podía dejar de olfatear al macho cabrío.
Poco o nada escuchamos de la presentación, estaba molesta, Rodolfo no dejó de burlarse de humbertito, pero sobre todo, cada vez que Alcántara hablaba de la literatura, de sus imbricaciones con la sociedad y la política de su postura ideológica del compromiso del escritor de su poética y su nuevo libro y de sus tantas otras casi incontables obras, Rodolfo vomitaba un prehistórico y gutural gruñido buahhjj para luego empantanarse en el oído de marcelita, le acariciaba el hombro, casi besaba su oreja, jugaba sutilmente con su pelo. Me imaginaba lo que estaba diciendo, intuía cada palabra, la adivinaba certeramente, casi podía sentir su aliento agrio y acigarrado lamiéndome el lóbulo de mi oreja, como cuando nos conocimos. marcelita sonreía ocasionalmente, y esa mueca que oscilaba entre el retraso mental y el éxtasis me asombró tanto, me produjo tanto asco que las palabras de Arcadio Alcántara rebotaban por todo el auditorio, sin ningún sentido, como si fueran el llanto, el gemido, la brama de un animal indescifrable.
Entré a la habitación. Alcántara me ofreció una cerveza, bebimos dos o tres, no dejaba de mirarme los senos, los observaba minuciosamente, fantaseando, imaginando lo que podía hacer con ellos.
La estancia amplia, una mesita de cristal al centro, el tapiz de las paredes era color crema o amarillo; estaba helado, olvidé apagar el aire acondicionado, me dijo, me gusta el frío, tanto tiempo en New York termina por perturbarle el termostato biológico a cualquiera, espero que no te moleste que esté tan frío; estaba congelándome pero reí, una sonrisa falsa, fabricada, no, no me molesta. La sala era incómoda, de mal gusto, él se ofreció a poner algo de música ¿cómo que te gusta? ignoré la pregunta y me levanté para ver de cerca el cuadro de un cazador y un sabueso colgado en la pared, era una reproducción, una litografía; kitsch, puro mal gusto, artificios de la clase media, a la que siempre perteneceremos ¿no te parece? me quedé observando su frente amplia y arrugada, percibí en su mirada aburrimiento, tedio, luego asentí o dije algo o tal vez no dije nada. Alcántara no volvió a insistir con lo de la música, mejor así, pensé. ¿Te gustó la presentación? quería decirle que sí, contarle lo del pendejo de Rodolfo, de sus amiguitos imbéciles, del estúpido de humbertito y su imperdonable error ¿un estudiante de letras que no ha leído nada de Alcántara? o quería hablar de literatura o de política o el compromiso o de sus obras y el proceso creativo o de la vez que corrió de su casa a Lima y a Belano por borrachos e impertinentes o quería hablarle de mis poemas de mi socarrona insistencia de no participar en las lecturas presentaciones canapés que tanto excitan a las jaurías o de cualquier cosa que no me hiciera ver visceral, frívola. Dudé algunos segundos, pero respondí con un sencillo y discreto sí, se quedó callado, como esperando, pero no dije nada, tomé su mano derecha y la puse sobre mis senos.
La fila era larga pero yo quería que firmara mi libro, Rodolfo no dejaba de chingar, quería irse, a tomar, a cojerse a marcelita, a cojerse a humbertito, nunca se sabe. Por qué insistes cabrón si tú conoces perfectamente que me revienta la madre que me presiones no me voy de aquí si no me da la pinche gana si quieres largarte pues vete a la mierda y ya lárgate y deja de joder, voltearon cuatro cinco personas, Rodolfo me pidió las llaves del departamento, me lanzó un chantajista no-me-esperes y desapareció del lugar, tuve miedo, no por la mezquina amenaza de Rodolfo, a esos arrebatos ya estaba acostumbrada, tenía pavor de que Alcántara escuchara los bufidos de la bestia.
Su nombre señorita, Jimena, me llamo Jimena, me gusta tanto su obra, es… reveladora. Jimena es un bello nombre, me gustaría estar alguna vez con una mujer llamada Jimena, de verdad que es un hermoso, hermosísimo nombre; no supe qué decir, sus rostro lucía cansado, harto ya del bullicio, de las hienas, el cabello entrecano y unas manos suaves y blancas me acariciaron cuando me regresó el libro: para mi lectora preferida, Jimena, la que sabe que la literatura siempre es una revelación. Hotel Ancira, habitación 147, avisa en recepción, llega a las 11:00.
Lucía, Cándida, tal vez Beatriz o Carlota, preferiría ser cualquier personaje de cualquiera de sus novelas, y no Jimena, no ese cuerpo que sólo escuchaba el estás bien rica, no esos muslos que más que placer sentían el golpeteo del estómago abultado y laxo de una estatua. Terminó de golpe, sin gemidos, como si nunca hubiera empezado, me dio una nalgada y sentí su lengua recorrer mi cuello. Arcadio se levantó y anduvo un rato por la habitación, encendió un cigarrillo, entró al baño; yo seguía tirada en el suelo, cuando salió escuché el gorgojeo del agua yéndose por el drenaje, pude ver su cuerpo obeso y pálido, se asomó por la ventana, encendió el televisor, se sentó en el borde de la cama, me volteo a ver y me dijo serenamente: hay otras dos cervezas por si te quieres quedar otro rato. Pensé en levantarme, subirme los pantalones, ponerme la blusa, salir de inmediato, sin decir nada, dejar atrás todo, sin explicaciones, seguro que lo desconcertaría, seguro que después, un cuento, un poema, una novela, Alcántara convertiría el suceso en literatura; Carlota Beatriz Cándida Lucía Jimena se reconocerá en un texto de Alcántara, sabrá que desencadenó una serie de acontecimientos que produjeron una obra de arte, su obra de arte. Pero no pude hacerlo, cuando terminé de vestirme observé de reojo un cuerpo bofo y encorvado: estaba viendo el noticiero. Le llamé Arcadio o Alcántara o simplemente dije o grité: usted ha dejado ser un hombre, usted ya no es un artista, él me miró algunos segundos, luego simplemente volteó la cara y subió el volumen del televisor.
Salí de la habitación y no podía dejar de cuestionarme cómo chingados me había metido con un pendejo como ese, tantos tipos decadentes en mi vida, pero recordé a humbertito, a pesar de todo el tipo ha hecho cosas importantes, sí, y sus discursos siguen siendo muy buenos… casi apasionantes.
Arcadio Alcántara, desde Paz (algunos críticos afirman que lo ha superado) el mejor poeta mexicano, ensayista, narrador, intelectual, difusor cultural, traductor, crítico literario e iconoclasta, él, el renovador de la poesía y novela latinoamericana, él, Arcadio Alcántara y su obra traducida a no sé que tantos idiomas, él, el revolucionario, su grandeza, su gloria, su reconocimiento, él, y su infinita, casi tierna condescendencia a su terruño, a esta tierra flaca, atiborrada de manadas y manadas de ególatras poetillas y presuntuosos literatos fosilizados por el mainstream local; y yo, empinada, tendida a cuatro patas sobre la alfombra de una habitación fría, impersonal, frente a él, ofreciéndole las nalgas a él, a él, que con un vulgar empínate hizo de mi cuerpo una masa fresca y moldeable; no podía creerlo, no quería creerlo, no así, no él.
Ahhj, el tipo ya ni es tan bueno, ya está viejo, se repite ad infinitum, hasta el aburrimiento, dejó de hacer literatura, buena literatura, desde hace décadas, desde Los escombros, eso fue lo último que yo leí y que vale la pena, después de eso, nada, nada, nada, sólo escombros, ah y uno que otro honoris causa en universidades de medio pelo. Humberto y Marcela embobados con Rodolfo, lo creían inteligente, muy inteligente. Camino a la presentación criticó a Alcántara, ininterrumpidamente, sabía que me molestaba, que me emputaban los esfuerzos sobrehumanos que hacía para lucirse frente a ellos, pero no se detuvo, berreaba escupía injuriaba; no había necesidad, esos dos apenas si sabían algo de cualquier cosa, eran tan pendejos como pocos se atreverían a serlo. No sé por qué permitió que nos acompañaran, tal vez quería cojerse a Marcela o ya se la había cojido. Humberto era muy imbécil y no se daba cuenta que si Rodolfo se erizaba como un pavorreal era para que Marcela no le quitara los ojos de encima.
Me penetró ocho, diez minutos, primero con fuerza, luego con desgano, sin una gota de sudor, dime que quieres más, dime que quieres mi verga, dime que quieres más... estás bien rica; sentí pavor, frío, ganas de correr, de alejarme de ese miembro viejo, flácido, me tenía echada en el piso, con sus manos sujetándome la nuca. Me quedé quieta, intentando disfrutar pero el estás bien rica se incrustó en mi cráneo como en una caja de resonancia, no podía pensar más que en el estás bien rica y en el olor a plástico de la alfombra, estás bien rica, y mi cara rozando la alfombra, estás bien rica, ese olor.
A pesar de todo, el tipo ha hecho cosas importantes ¿no? Humberto, humbertito, tan ingenuo, acaso algunos segundos tardó Rodolfo en romperle la madre: qué cosas importantes, cómo cuáles, a ver, qué has leído de él, y el pobre humbertito callado, microscópico, vuelto un enano, Rodolfo se esponjó como un semental, Humberto no ha leído nada de Alcántara y Marcela, marcelita no podía dejar de olfatear al macho cabrío.
Poco o nada escuchamos de la presentación, estaba molesta, Rodolfo no dejó de burlarse de humbertito, pero sobre todo, cada vez que Alcántara hablaba de la literatura, de sus imbricaciones con la sociedad y la política de su postura ideológica del compromiso del escritor de su poética y su nuevo libro y de sus tantas otras casi incontables obras, Rodolfo vomitaba un prehistórico y gutural gruñido buahhjj para luego empantanarse en el oído de marcelita, le acariciaba el hombro, casi besaba su oreja, jugaba sutilmente con su pelo. Me imaginaba lo que estaba diciendo, intuía cada palabra, la adivinaba certeramente, casi podía sentir su aliento agrio y acigarrado lamiéndome el lóbulo de mi oreja, como cuando nos conocimos. marcelita sonreía ocasionalmente, y esa mueca que oscilaba entre el retraso mental y el éxtasis me asombró tanto, me produjo tanto asco que las palabras de Arcadio Alcántara rebotaban por todo el auditorio, sin ningún sentido, como si fueran el llanto, el gemido, la brama de un animal indescifrable.
Entré a la habitación. Alcántara me ofreció una cerveza, bebimos dos o tres, no dejaba de mirarme los senos, los observaba minuciosamente, fantaseando, imaginando lo que podía hacer con ellos.
La estancia amplia, una mesita de cristal al centro, el tapiz de las paredes era color crema o amarillo; estaba helado, olvidé apagar el aire acondicionado, me dijo, me gusta el frío, tanto tiempo en New York termina por perturbarle el termostato biológico a cualquiera, espero que no te moleste que esté tan frío; estaba congelándome pero reí, una sonrisa falsa, fabricada, no, no me molesta. La sala era incómoda, de mal gusto, él se ofreció a poner algo de música ¿cómo que te gusta? ignoré la pregunta y me levanté para ver de cerca el cuadro de un cazador y un sabueso colgado en la pared, era una reproducción, una litografía; kitsch, puro mal gusto, artificios de la clase media, a la que siempre perteneceremos ¿no te parece? me quedé observando su frente amplia y arrugada, percibí en su mirada aburrimiento, tedio, luego asentí o dije algo o tal vez no dije nada. Alcántara no volvió a insistir con lo de la música, mejor así, pensé. ¿Te gustó la presentación? quería decirle que sí, contarle lo del pendejo de Rodolfo, de sus amiguitos imbéciles, del estúpido de humbertito y su imperdonable error ¿un estudiante de letras que no ha leído nada de Alcántara? o quería hablar de literatura o de política o el compromiso o de sus obras y el proceso creativo o de la vez que corrió de su casa a Lima y a Belano por borrachos e impertinentes o quería hablarle de mis poemas de mi socarrona insistencia de no participar en las lecturas presentaciones canapés que tanto excitan a las jaurías o de cualquier cosa que no me hiciera ver visceral, frívola. Dudé algunos segundos, pero respondí con un sencillo y discreto sí, se quedó callado, como esperando, pero no dije nada, tomé su mano derecha y la puse sobre mis senos.
La fila era larga pero yo quería que firmara mi libro, Rodolfo no dejaba de chingar, quería irse, a tomar, a cojerse a marcelita, a cojerse a humbertito, nunca se sabe. Por qué insistes cabrón si tú conoces perfectamente que me revienta la madre que me presiones no me voy de aquí si no me da la pinche gana si quieres largarte pues vete a la mierda y ya lárgate y deja de joder, voltearon cuatro cinco personas, Rodolfo me pidió las llaves del departamento, me lanzó un chantajista no-me-esperes y desapareció del lugar, tuve miedo, no por la mezquina amenaza de Rodolfo, a esos arrebatos ya estaba acostumbrada, tenía pavor de que Alcántara escuchara los bufidos de la bestia.
Su nombre señorita, Jimena, me llamo Jimena, me gusta tanto su obra, es… reveladora. Jimena es un bello nombre, me gustaría estar alguna vez con una mujer llamada Jimena, de verdad que es un hermoso, hermosísimo nombre; no supe qué decir, sus rostro lucía cansado, harto ya del bullicio, de las hienas, el cabello entrecano y unas manos suaves y blancas me acariciaron cuando me regresó el libro: para mi lectora preferida, Jimena, la que sabe que la literatura siempre es una revelación. Hotel Ancira, habitación 147, avisa en recepción, llega a las 11:00.
Lucía, Cándida, tal vez Beatriz o Carlota, preferiría ser cualquier personaje de cualquiera de sus novelas, y no Jimena, no ese cuerpo que sólo escuchaba el estás bien rica, no esos muslos que más que placer sentían el golpeteo del estómago abultado y laxo de una estatua. Terminó de golpe, sin gemidos, como si nunca hubiera empezado, me dio una nalgada y sentí su lengua recorrer mi cuello. Arcadio se levantó y anduvo un rato por la habitación, encendió un cigarrillo, entró al baño; yo seguía tirada en el suelo, cuando salió escuché el gorgojeo del agua yéndose por el drenaje, pude ver su cuerpo obeso y pálido, se asomó por la ventana, encendió el televisor, se sentó en el borde de la cama, me volteo a ver y me dijo serenamente: hay otras dos cervezas por si te quieres quedar otro rato. Pensé en levantarme, subirme los pantalones, ponerme la blusa, salir de inmediato, sin decir nada, dejar atrás todo, sin explicaciones, seguro que lo desconcertaría, seguro que después, un cuento, un poema, una novela, Alcántara convertiría el suceso en literatura; Carlota Beatriz Cándida Lucía Jimena se reconocerá en un texto de Alcántara, sabrá que desencadenó una serie de acontecimientos que produjeron una obra de arte, su obra de arte. Pero no pude hacerlo, cuando terminé de vestirme observé de reojo un cuerpo bofo y encorvado: estaba viendo el noticiero. Le llamé Arcadio o Alcántara o simplemente dije o grité: usted ha dejado ser un hombre, usted ya no es un artista, él me miró algunos segundos, luego simplemente volteó la cara y subió el volumen del televisor.
Salí de la habitación y no podía dejar de cuestionarme cómo chingados me había metido con un pendejo como ese, tantos tipos decadentes en mi vida, pero recordé a humbertito, a pesar de todo el tipo ha hecho cosas importantes, sí, y sus discursos siguen siendo muy buenos… casi apasionantes.
sábado, 6 de septiembre de 2008
Clonozepam
Ahora que estoy más deprimida que cualquier otro día ya no puedo tomar clonozepam, desde mi ventana veo los carros, las vecinas, los niños y los perros como en un cataplasma, todo revuelto, todo raro, y las casas, las viejas casas que desde niña no han cambiado nada, son como covachas donde la luz de las lámparas mercuriales no entra. No distingo bien a las personas que pasan por la calle, son animales o sombras o bultos, todo se revuelve, me duele la cabeza.
Cuando me deprimo no se me ocurre hacer otra cosa que ver la televisión, pero eso me deprime más, o salir a escondidas a fumar, se supone que la nicotina me altera, pero me siento un poco mejor cuando fumo, aunque tengo que robarle los cigarros a Juan porque el psiquiatra dijo que lo mejor sería que me quedara en casa unas semanas; no debo salir a la tienda, pocas veces salgo a la calle. Ana y Caro a veces me visitan, pero después de un rato se aburren y se van porque no tengo mucho qué decirles, me molesta un poco que me miren con esas caras de pobrecita, ya no es la misma, y que finjan alegría, gusto de verme, pero igual, son mis amigas y en el fondo ellas saben que tampoco son felices.
Las manos me tiemblan, he intentado llamar a Yolanda pero su esposo siempre dice no se encuentra, seguro piensa que como ella ahora está bien no debe hablar con nadie que le recuerde el manicomio. Me cayó bien la Yola, me dio mucha risa cuando en los grupos de la clínica dijo que su Roberto era un viejo calvo panzón y controlador, en seguida se puso a llorar y todas nos pusimos serias. Yola es muy bonita, su pelo es negro, largo y lacio, su piel es blanca blanca, se le ven unas venitas azules en las piernas, parece una niña pero ya tiene veintisiete años; nos pasábamos noches enteras hablando, me contaba de su hijo Jonatan, de Roberto y de lo frustrada que se sentía por no poder salir de la clínica. Nunca me dijo por qué estaba internada.
La olanzapina no es lo mismo, extraño el clonozepam, me tranquilizaba tanto, me dolía menos mirar por la ventana y no comprender nada, no entender ni un poquito de nada de lo que ocurría afuera; pero el psiquiatra dijo que el clonozepam mata las neuronas, que la olanzapina es mejor, no crea dependencia, pero eso no me importa. Me hubiera intoxicado con otra cosa, para que me recetaran el clona y no al revés, fui una tonta.
Pocas veces veo a Juan, hay ocasiones en que no llega a dormir, cuando lo veo le sonrío pero me voltea la cara, dice que está ocupado y que tiene muchas cosas qué hacer; pero yo sé que no quiere pasar tiempo en la casa, está molesto conmigo.
Una vez desayunábamos y se me quedó mirando y me dijo algo así como fue una pendejada lo que hiciste, sólo piensas en ti y te vale madre lastimar a las personas, mis papás se quedaron callados, mamá agachó la cabeza y papá fue a la cocina a servirse más café, su taza estaba casi llena.
No me gusta estar sin hacer nada, de pronto me entra la ansiedad, la angustia, y tomo algún libro de los que Juan tiene en su cuarto, me desespero y lo abandono a las cinco, diez páginas. Llamo a Yolanda aunque sé que su esposo me va a contestar un no se encuentra, veo la televisión, intento dormir, extraño el clonozepam, fumo, me baño cuatro veces al día (el agua caliente me serena), me meto al cuarto de Juan, veo sus papeles, sus libros y las fotos de gente que no conozco, de sus dos o tres amigos, me recuesto en su cama y pongo el dvd, intento ver una película de las que él tiene, me aburren, son aburridísimas, la devuelvo al estante y salgo del cuarto revisando cuidadosamente que todo quede en su lugar, no se vaya a molestar.
Me siento tan desesperada, me asomo por la ventana, afuera todo es tan confuso, tan extraño. Ojalá no llueva, me ponen tan nerviosa las tardes nubladas.
Cuando me deprimo no se me ocurre hacer otra cosa que ver la televisión, pero eso me deprime más, o salir a escondidas a fumar, se supone que la nicotina me altera, pero me siento un poco mejor cuando fumo, aunque tengo que robarle los cigarros a Juan porque el psiquiatra dijo que lo mejor sería que me quedara en casa unas semanas; no debo salir a la tienda, pocas veces salgo a la calle. Ana y Caro a veces me visitan, pero después de un rato se aburren y se van porque no tengo mucho qué decirles, me molesta un poco que me miren con esas caras de pobrecita, ya no es la misma, y que finjan alegría, gusto de verme, pero igual, son mis amigas y en el fondo ellas saben que tampoco son felices.
Las manos me tiemblan, he intentado llamar a Yolanda pero su esposo siempre dice no se encuentra, seguro piensa que como ella ahora está bien no debe hablar con nadie que le recuerde el manicomio. Me cayó bien la Yola, me dio mucha risa cuando en los grupos de la clínica dijo que su Roberto era un viejo calvo panzón y controlador, en seguida se puso a llorar y todas nos pusimos serias. Yola es muy bonita, su pelo es negro, largo y lacio, su piel es blanca blanca, se le ven unas venitas azules en las piernas, parece una niña pero ya tiene veintisiete años; nos pasábamos noches enteras hablando, me contaba de su hijo Jonatan, de Roberto y de lo frustrada que se sentía por no poder salir de la clínica. Nunca me dijo por qué estaba internada.
La olanzapina no es lo mismo, extraño el clonozepam, me tranquilizaba tanto, me dolía menos mirar por la ventana y no comprender nada, no entender ni un poquito de nada de lo que ocurría afuera; pero el psiquiatra dijo que el clonozepam mata las neuronas, que la olanzapina es mejor, no crea dependencia, pero eso no me importa. Me hubiera intoxicado con otra cosa, para que me recetaran el clona y no al revés, fui una tonta.
Pocas veces veo a Juan, hay ocasiones en que no llega a dormir, cuando lo veo le sonrío pero me voltea la cara, dice que está ocupado y que tiene muchas cosas qué hacer; pero yo sé que no quiere pasar tiempo en la casa, está molesto conmigo.
Una vez desayunábamos y se me quedó mirando y me dijo algo así como fue una pendejada lo que hiciste, sólo piensas en ti y te vale madre lastimar a las personas, mis papás se quedaron callados, mamá agachó la cabeza y papá fue a la cocina a servirse más café, su taza estaba casi llena.
No me gusta estar sin hacer nada, de pronto me entra la ansiedad, la angustia, y tomo algún libro de los que Juan tiene en su cuarto, me desespero y lo abandono a las cinco, diez páginas. Llamo a Yolanda aunque sé que su esposo me va a contestar un no se encuentra, veo la televisión, intento dormir, extraño el clonozepam, fumo, me baño cuatro veces al día (el agua caliente me serena), me meto al cuarto de Juan, veo sus papeles, sus libros y las fotos de gente que no conozco, de sus dos o tres amigos, me recuesto en su cama y pongo el dvd, intento ver una película de las que él tiene, me aburren, son aburridísimas, la devuelvo al estante y salgo del cuarto revisando cuidadosamente que todo quede en su lugar, no se vaya a molestar.
Me siento tan desesperada, me asomo por la ventana, afuera todo es tan confuso, tan extraño. Ojalá no llueva, me ponen tan nerviosa las tardes nubladas.
jueves, 4 de septiembre de 2008
Lascitud
Hoy, como casi todos los días,
estoy tan aburrido...
He ocupado el espacio y tiempo que me ha tocado.
Soy, a pesar de todo, casi dueño de mí mismo.
El agua es agua, la tierra es tierra y
la carne es carne.
Cada día que pasa me enternece,
el tiempo es tiempo,
el tiempo es tiempo,
el tiempo es tiempo,
inquebrantable.
estoy tan aburrido...
He ocupado el espacio y tiempo que me ha tocado.
Soy, a pesar de todo, casi dueño de mí mismo.
El agua es agua, la tierra es tierra y
la carne es carne.
Cada día que pasa me enternece,
el tiempo es tiempo,
el tiempo es tiempo,
el tiempo es tiempo,
inquebrantable.
martes, 2 de septiembre de 2008
Nuevo León, estado de sitio
(El Porvenir, 02/09/08)
Deja balacera heridos, detenidos y policías cesados
Por: José Ramón Rodríguez / Gilberto López Betancourt, Miércoles, 03 de Septiembre de 2008
Al menos 3 heridos, 30 detenidos y por lo menos 4 oficiales de Seguridad Pública del Estado cesados de sus cargos, dejó el incidente registrado en la Independencia.
A plena luz del día la seguridad en calles de la colonia Independencia, al sur de Monterrey, se vio quebrantada ayer, después de registrarse una balacera que dejó como resultado 3 heridos, en total 30 detenidos, y por lo menos 4 oficiales de Seguridad Pública del Estado, cesados de sus cargos.
Los oficiales que serán cesados de sus puestos y cuyos nombres no fueron dados a conocer, derivaron debido a que dos de ellos que arribaron en primera instancia al sitio, en lugar de intervenir en los hechos, decidieron retirarse inmediatamente del sector.
Mientras que los otros dos elementos, se encontraban muy cerca del lugar, a escasas cuadras en que se llevaba a cabo la balacera y a pesar de recibir indicaciones para arribar de inmediato al lugar, desacataron la orden que les fue conferida.
Cabe señalar que durante los hechos, otros oficiales de grupos especiales de la Policía Estatal, que arribaron tras más de 12 a 15 minutos al sitio, efectuaron la detención de cuatro personas involucradas directamente en el altercado entre pandillas rivales.
De las cuatro personas involucradas directamente en los hechos, dos de ellos resultaron lesionados por proyectiles de arma de fuego, al enfrentarse a los servidores públicos estatales, quienes en el cumplimiento de su deber repelieron la agresión de que fueron objeto.
Los restantes 26 presuntos integrantes de pandillas, fueron detenidos horas más tarde de registrada la balacera, durante un operativo que fue implementado tanto por elementos del Ejército Mexicano y autoridades Federales, en colonias asentadas en la zona sur de Monterrey.
Comentario:
Vivo a unas cuantas cuadras del lugar donde se registró la balacera, en calle Martín de Zavala 531 sur, en la Colonia Nuevas Colonias. A nadie en la colonia le sorprende, a estas alturas y aún menos debería sorprender a los "medios de comunicación", que las "autoridades" municipales, federales y estatales no hayan llegado a tiempo al lugar de los hechos; tampoco sorprende que las dos patrullas que sí llegaron en el momento no se hayan involucrado en el tiroteo. Todos sabemos que la VIOLENCIA ha avasallado a instituciones, municipios, estados y al país mismo.
Zetas, secuestros, ejecuciones, tiroteos, todo aquello que creíamos más o menos lejano, está a la vuelta de la esquina; justo hace unos días me acabo de enterar de secuestros perpetrados por los “zetas” en colonias como Revolución Proletaria y Sierra Ventana; los testimonios me fueron dados por familiares de lo secuestrados. Estas desapariciones pocas veces se denuncian, obviamente por miedo a las represalias, “calladito te ves más bonito” me mencionó un ciudadano que me contó el hecho.
Y ahora los medios se visten de héroes y pregonan que “fueron los primeros en llegar a los hechos”, caen en la denuncia facilona, sin profundidad, se asombran porque la policía municipal llegó treinta minutos tarde (de qué se asombran si eso es lo normal, en el mejor de los casos), pero no se cuestionan que ya son más de 30 años que las zonas de la Independencia, la Pio X y las Nuevas Colonias siguen apareciendo como colonias “conflictivas”; qué se ha hecho ¿treinta minutos harán la diferencia?
Ahora, tanto en mi colonia como en Revolución Proletaria y Sierra Ventana (en la Indepe supongo que es lo mismo) la “moda” –por llamarlo de alguna manera, es tenerle miedo a los zetas, hablar de ellos, dicen: mira ese camionetón de seguro es de un zeta o un sicario, algunos otros aseguran saber quiénes son, dónde viven, cuáles son sus “rangos” y hasta donde operan: “lo hacen a lo descarado, esos gueyes no se andan con chingaderas, no le tienen miedo ni a los sorchos”. Desearía que fueran exageraciones, pero no, efectivamente los zetas, sicarios, levantones y ejecuciones ya son moneda corriente en las colonias en donde vivimos ¿y el plan para la seguridad? ¿y la marcha? ¿y los federales? ¿ y el ejército? Los medios se sorprenden ¡30 minutos tarde! Qué barbaridad.
Las “pandillas” no son nada nuevo, recuerdo cuando niño presenciaba las batallas campales entre Gárgolas y Pachecos, eran los más sonados de aquellos tiempos en la colonia –de mi cuadra no salía el canal 12, como ahorita en la Indepe; luego se calmó todo, unos años, la banda se “cantoneó”, o los corrieron cuando construyeron el túnel de la Loma Larga (vino el ejército y todo, no pararán al narco pero ah qué buenos son pa desalojar posesionarios). Ahora los chavos, los hijos de los que quedaron en la cuadra son los que están armando “el desmadre”, con una gran diferencia: en lugar de tirar piedras, tiran balazos. En el mes de agosto se registraron dos balaceras en la colonia Revolución Proletaria, fueron disputas entre “pandillas”, pero no salió nada en los periódicos, ni tampoco en la televisión, no sólo llegaron tarde (los “medios” y la policía) de hecho nunca llegaron.
No creo en la “mano dura”, y en lo que dicen las señoras que entrevistan en la tele: “es que hace falta más vigilancia” sí, hace más vigilancia pero no se reduce sólo a eso. Hace falta una verdadera preocupación por parte de las instituciones y los ciudadanos para comprender una realidad tan compleja como la que les toca vivir a los chavos que pertenecen a bandas. Los zetas, sicarios, narquillos, esos son harina de otro costal; aunque debe decirse: es una broncón que ya está explotando, que las bandas se hayan empezado involucrar con este tipo de organizaciones criminales ¿y eso quién lo atiende?
¿quién lo ha investigado o se ha preocupado por analizar este fenómeno?
Mi mamá me cuenta que al mediodía nadie quería salir de las casas, la calle “se vació”, no había nadie, las mamás bajaron casi corriendo por los niños que salían de la primaria, “no los fueran a balear”. Llegué a mi casa como a las 7:00 ó 7:30, no había nadie en las calles, pasaron como 6 patrullas, federales, estatales y municipales, justo cuando acababa de llegar, tampoco nadie quería salir, pues la policía andaba suelta en la cuadra, trepando a cualquiera, al que se dejara, sin motivo alguno… esa es la solución al problema de la violencia: la operación rastillo. Por eso uno ya ni puede salir a las calles, luego lo secuestran los zetas, o los policías.
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