viernes, 22 de febrero de 2008

De la serie Crónicas de la infancia

Sotaco

Sotaco bufaba, jadeaba como mulo, como el caballo del señor de los elotes. Nomás salía de la vecindad y ya sabíanos que se iba a quedar en la esquina de Martín de Zavala, quieto, callado, con el chemo en el frutsi y los ojos idos y rojos y a veces amarillentos. Muelas, Piter y yo lo mirábanos y nos reíanos de la baba que se le escurría del hocico hinchado, le chupaba y le chupaba al bote hasta que se le embarraba las jetas de cincomil. Estaba renegro el cabrón pero cuando le ponía al resistol se le subía lo amarillo a la tatema.

Cuando traíanos balón para el fut y lo volábanos a la avenida Sotaco se levantaba hecho madres y trompezándose y todo iba por la bola; cuando corría bufaba más, parecía pinche perro con la tos y todo, bufaba y bufaba y se le inflaba un chingo el pecho. Casi siempre se daba en la madre de lo pacheco que andaba, corría y le estorbaban sus piernas de hule, se chingaba solito, daba el azotón y se quedaba tirado un ratote, nos reíamos de a madres y luego seguíanos jugando. Cuando ya no se levantaba, doña Rosa iba por él, lo arrastraba por toda la cuadra y Sotaco bufaba y bufaba y bufaba y la pendejeaba como diablo. El Hugo nomás agachaba la cabeza, como que no le gustaba el desmadrito del Sotaco, al Piter, al Muelas y a mí nos valía madres, después de un rato seguíamos pateando y ya, como si nada.


Eliodoro

Decían que Eliodoro era un pinche viejo cochino. Doña Rosa le platicó a mi mamá que no me dejara juntar con la Comadre ni el Muelas porque ellos se metían al cuarto del viejillo para ver películas porno.

Yo ya había visto de esas en casa del Germblin, en su cantón tenía tiendita y videocasetera y sordeado sacábanos cocas y fritos para languciar mientras mirábanos la película. La primera que vimos, Sotaco, el Muelas, la Comadre, Piter y el Hugo, fue una de caricaturas, era la Blancanieves y siete enanos que se la cogían por todos lados, la puso un rato nomás y todos nos reímos del Sotaco porque la Comadre dijo que el Sotaco la tenía como los enanitos.

Todos dijimos que mejor una de gente de adeveras, yo no sabía cómo era una cogida, a veces en las noches escuchaba a mis jefes, escuchaba lo que se decían y oía como que se daban manotazos en las nalgas, una vez me paré a miar y quise ver algo, me acerque al cuarto pero estaba muy oscuro y me dio miedo que me cacharan. El Gremblin dijo que estaba chida, que se la pasó un camarada que jalaba en el puente. Antes que la pusiera todos nos quedamos callados como pendejos, sentí en el estomago como ganas de cagar, como raro. Cuando la puso ya estaba empezada, era de una guera bien chichona que gritaba un putazo y un vato que estaba todo rojo y bien mamado, todo sudado y con la riata gorda y venosa.

A la vieja se le veía el hoyo rosita y como baboso, tenía las nalgas medio arrugadas, como con pozos, estaba empinadota y el mamado se la metía por atrás. Le temblaban las nalgas como gelatina cuando el mamado se la cogía. El Sotaco dijo que él ya se había pompeado así a Marisol la nalgona pero nadie le creyó ni madres. Luego de ver un rato se me paró y me dieron ganas de jalármela, pero me dio verguenza decir que iba al baño porque todos me iban a acarrillar. Me quedé otro rato mirando, ya nadie decía nada ni nos reíamos de nada, nos quedamos viendo la tele con los ojos bien abiertos, todos como mudos hasta que el mamado le gritó a la chichona y la vieja se volteó y el mamado le aventó la leche en toda la cara, ella se comió la leche con la lengua y empezó a chupar el suelo donde se escurrieron todos los mecos.

A veces cuando mis jefes se cogían me imaginaba al mamado y a la chichona, pero luego sentía raro y mejor me tapaba los oídos con los dedos, pero me ardían las orejas y escuchaba todo hasta que me quedaba dormido.

De seguro la Rosa le dijo a Petra lo del Gremblin y las porno, porque un día lo agarró a chingadazos y le quemó las revistas y los vhs en la banqueta de la tiendita, pinche Margarito no salió a la calle en un chorro de días.

El guey del Sotaco me dijo que con el viejillo ni siquiera veían porno, que les ponía siempre la misma película de ficheras, que se encueran y todo, que se les ven las chiches, pero que no se las cogían ni enseñaban el burro. Cuando se ponía loco nos la curábanos un chingo de él porque se desaparecía un rato, se retachaba a la vecindad con el Eliodoro y luego ya regresaba al rato todo miado.

Mi jefa ya no me dejó meterme tanto al cantón del Muelas ni la Comadre, y es que doña Rosa le chismeó que el pinche viejillo era puto, que era bien jotote y bien pinche cochino.


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