Fue mucho tiempo que perdí en fantasías infructíferas, electrizándome en vanas vanidades, hasta llegar a donde el ermitaño ulula. Cuando andaba entre lobos, cuando vivía la Ferocidad, de la que ya no soy testigo. Cruz en los ojos vuelto de espaldas y sin ojos sólo te veo a ti, querida. Recostada en el techo en actitud de no existir, tú me sonríes ¡oh!, querida y derramas sobre mí litros de ácido querida, y desaparezco en una palabra sin valor, que circula por tus venas de mármol, oh querida; y desde allí relumbra como anuncio sin valor, sin valor, no interesas querida, oh querida no interesas tú y tus jardines de acero entre las nubes, no, sentada como estás en la nada, no, no serás percibida.
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